jueves, 11 de octubre de 2018

Abismos de plástico

No soy de esas que se toman selfies.
No soy de las que lucen vestidos escotados en V,
ni en C,
ni en D.
Si los setecientos setenta y siete libros que he leído se me notaran en la cara
y se me conjugaran con los granos, los puntos negros y las espinillas,
todo sería distinto.
Es lo que creo.

Cuando no era más que una mota de polvo buscando ladrones,
Shakira decía que toda escoba nueva siempre barre bien.
Ignoraba que latían a su lado.
Abismos de plástico,
sin relleno ni fondo,
respirándole en la nuca.

Pero no lo entiendo.
Esa misma Shakira es la que hoy mueve las caderas,
tiene el pelo rubio
y la cara perfecta.
Ha mordido su propio polvo.
Se ha convertido en un ladrón
Otro abismo de plástico para la colección.
Y creo que nunca lo entenderé.

Escucho canciones de los noventas y los dos mil.
Tengo noventa granos y dos mil espinillas.
Los libros no se notan en la cara,
Y a mí me salen las palabras de las manos.
Pero a ningún hombre le importa lo que sale de tu boca, sino lo que entra en ella.
Y cuanto más quepa, mejor.

A ningún hombre le interesa hablar de Einstein,
de Morfeo
o de Jesús,
Cuando lo único que quieren es lucirte ante Eduardo,
Mateo,
y ante Felipe,
que abren la boca por ti
y llenan de saliva el abismo de plástico en el que te has convertido.

No. Ya lo estoy entendiendo.
Y ya estoy a punto de lanzarme a la negrura.
¿Ahora qué?
¿Seguiré siendo yo? ¿No lo seguiré siendo?
¿Y eso qué importa?

Ya me pesa el pelo en la sien.
Me araña la nuca y se camufla con las voces de la frente.
Tengo cuerpo 90-60-90,
y un escote que se me nota de aquí a Cafarnaúm.
Eso es lo único que importa.

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