sábado, 23 de diciembre de 2023

Spider-Verse: ATLAS 1



Tú me tienes que estar jodiendo, la madre que sí. O sea, de los casi tres mil kilómetros cuadrados que tiene el distrito turístico, cultural e histórico de Santa Marta, de los ciento cuarenta y ocho metros cuadrados de este apartamento, tú decides aparecerte aquí, a escasos centímetros de mi pierna derecha. Y de todos los animales habidos y por haber, tenías que ser… 

Una.

       Maldita.

                Araña.





El salto que di del escritorio a la pared fue olímpico. Solo la gracia de Dios impidió que vomitara el corazón delante de aquellos cuatrocientos cuarenta y cuatro ojos. Era tan grande como la madre Rusia, y tan peluda como un maldito perro. Con todo y eso, la pobre, quieta como una tumba, parecía igual o más asustada que yo. Estoy de tu lado, le dije. Estoy de tu lado, malparida. Después de todo, eres una araña. Un alma bendita que nos hace la vida más llevadera eliminando toda clase de alimañas. En un mundo ideal yo me daría besos de lengua y hasta me casaría con cualquier cosa que mate polillas, la verdad. Y tampoco me estaba haciendo nada… fuera del evidente trauma que su sola existencia representaba en mí, pues. Así que… sí, esta pobre estúpida decidió ser la mejor persona. Y fue nada más y nada menos que el primer error en una serie de errores.

Después de lo que pareció una eternidad y hasta donde el pulso de maraquero con Párkinson me lo permitió, logré dar un paso hacia el escritorio, agarré un vaso de plástico y atrapé a la condenada. Contra todo pronóstico, sobreviví a la otra eternidad que me tomó depositarla sobre el alféizar de la ventana. Y pues nada. A partir de ahí todo pasó como un estornudo: rápido y doloroso. Ni siquiera alcancé a sentirme orgullosa por mi buena acción porque, antes de que me diera cuenta, la pequeña careverga peluda garrapateó de vuelta hacia mí y clavó los colmillos en mi mano izquierda.




El grito que solté debió escucharse en toda la ciudad. Mi mamá y mi hermana llegaron a mi cuarto, y mi hermano llegó más atrás, justo a tiempo para evitar que me cayera al suelo. Cuando recuperé el conocimiento estaba en una camilla de hospital, con la mano tan hinchada como un guante de boxeo. 

Y aquí es donde estoy ahora.

La araña no era venenosa, pero el solo susto me ha tenido en observación médica desde ayer. Al parecer el hecho de que me desmayara por primera vez en mi vida fue suficiente para que mi familia tomara en serio mi aracnofobia. Eso y las casi treinta y dos largas horas infestadas de pesadillas súper vívidas de patas largas y peludas. Una enfermera tuvo que quedarse conmigo anoche porque me la pasaba gritando, y solo pude volver a dormir a punta de quetiapina. Ugh. Maldita sea. Maldita suerte, vida hijueputa. Mírame esa mano, por Dios Santo. Parece un maldito durazno con varicela. Qué será más rojo, ¿la marca de la araña o el último rastro de mi padre sobre el pavimento? Espera, ¿por qué he pensado en eso? Papi. La muerte. Su muerte. Yo sobre su ataúd. Mi propia muerte. La maldita araña. Uy, no. Aquí fue. Me voy a morir. Me voy a morir, marica. ¿Qué es esta zozobra tan hijueputa? No, no, no. Ugh, ¿qué hago? ¿Quéhago-quéhago-quéhago? Ah, sí, sí, mi mamá trajo unos libros. Sí, tal vez lo que necesito es leer un poco. Bueno, vamos a ver. Uh, Frankenstein. Este me gusta. Siempre he querido crear mi propio científico loco. ¿Se imaginan morir y que cojan tu muslo con el tatuaje de atrapasueños para crear un monstruo? ¿En verdad alguien se tomaría el tiempo de sacar mi cadáver de su tumba? Qué parte de mí tomarían primero, ¿mis manos? ¿Mi cuello? ¿Mis pestañas? ¿El dedo meñique del pie izquierdo que se me tuerce ligeramente hacia la derecha? ¿Mis brazos? Estas líneas, en las articulaciones… Dios mío, ¿qué son estas cosas? No, no, no , no los estires tanto, se pueden descoser. ¿Y si ya soy el monstruo de Frankenstein? Tal vez hicieron y deshicieron conmigo y esta tormenta de pensamientos son la sumatoria de todas y cada una de las ochocientas ochenta y ocho almas que residen en mí. Déjame en paz, brazo. Cállate, vientre, y cállate sobre todo tú, coño. Cállense. Cállense. Cállense. Cállense todos. O desármenme. ¡Estira esos brazos! ¡Que se descosan esos hijueputas! Dios mío bendito. ¿Por qué de pronto tengo la mente tan escandalosa? Ugh, ojalá se me desprenda la cabeza.


Oh.

Oh, no.

¿Qué carajos?

El libro. El libro está pegado a mi mano. Por qué no se despegaAAAAAH, AY, ayayay, mi cabeza, micabezamicabeza, carajooo, cómo dueleeee- y por alguna razón que escapa de mi entendimiento ahora estoy pegada a más papeles, a la mesita con los platos del almuerzo, al ventilador, al techAAAH-

Algo ha entrado al cuarto. ¿Una rata? ¿Un gato? Ay, no, no otra araña, por el amor de Dios…

Esperen.

No.

¿Es un niño?

Bueno, es… pequeño.

Y se distorsiona.


En verdad no sé cómo describirlo. Cada parte de su cuerpo es imprecisa; se transforma por momentos en estática con unos ojos disparejos y heterocromáticos, abiertos como platos. De hecho es como si pertenecieran a dos, tres, hasta cuatro personas distintas. Parpadean como si tuviesen… no sé, ¿interferencia? Y de pronto parece como cuando el televisor se queda sin señal y te lanza un zumbido tras una celda de barras de colores. Sí, y ahora palpita de manera acelerada, y al mismo tiempo es como si estuviera derritiéndose. Y entonces toda la habitación parece conjugarse con él, con él y su distorsión, AHHH, ayayay, no, no, no otra vEEEH-

        ¡Peligro! ¡PELIGRO! ¡PELIGRO!

Hay algo más en la ventana. Alguien. Es… ¿cómo explicarlo? Imponente. Tiene unos hombros y unos brazos que podrían muy bien cobijar ese pedazo de cielo. Unos destellos colorados fulminan lo que parece ser su cara. ¿Me está mirando? ¿Qué es eso en su pecho? ¿Una araña o una calavera? Ay, bendito. Ahora sí fue. Me les fui, ahora sí es verdad. Me morí y vino la Parca por mí. Dios mío, ¿y si es un ángel? ¿En qué parte de la Biblia dice que los ángeles son tan grandes como edificios de cinco pisos? Ah, maldita migraña hijue-

“Hey. Hand it over”.

¿Y en qué parte de la Biblia dice que hablan inglés?

        ¡ENEMIGO! ¡ENEMIGO! ¡ENEMIGO!

Okay, okay, ¡ya entendí! Pero… ugh, ¿en qué estoy pensando? De ninguna manera puedo proteger a este pequeño de… ¡esa mole! ¡Un solo dedo suyo podría partirme la clavícula como galleta de soda! Ay, no, nononono, me está sangrando la mordida de la araña…

“What, what is it? Are you hurt?”

        ¡Peligro! ¡PELIGRO! ¿QUÉ HACES? ¡MUÉVETE! ¡HUYE!

        ¡ÁBRETE DE ESA MOND-!

“Please, don’t kill me!”

        ¿QUÉ CARAJOS? HUYE. ¡YA!

“W-what? I am not going to-”

“Am I already dead?”

        PERO QUÉ-

“No, of course not! Why would you say that?”

        Estoy de acuerdo con el desconocido: POR QUÉ-

“Because I am witnessing angels from heaven and everything”.

        POR MÍ ESTÁS MUERTA. SÚPER MUERTA, MUJER. DESCANSA EN PAZ.

“Oh, smooth. Can we keep her?”

“Chingada madre”.

La migraña cede un poco ante lo que parece ser su ceño fruncido. VIRGEN DEL AGARRADERO, pero, ¿qué es eso? ¿Un hada? Más importante aún: ¿ese cristiano acaba de putear en español?

“Lyla”.

Las hadas también hablan un perfecto inglés al parecer: “Right, right, riiight. I, uh- I have eyes on the anomaly”.

En lo que respecta a la pequeña figura acurrucada en mi pecho, me está mirando. Con todos y cada uno de sus mil quinientos ojos disparejos y derretidos, quiero decir.

“Wait, i-it’s not a thing. They… T-They are… scared”.

“It-”, intenta decir el enmascarado. Luego suspira: “They don’t belong here”.

“W-what does that mean?”

“It means: they’re dangerous”.

Las líneas de su rostro resplandecen con esa última palabra en especial.

        ¡PELIGRO!

“I won’t say it again, kid: Hand. Them. Over”.

        ¡Peligro! ¡PELIGRO! ¡DETRÁS DE TI!

La mente clava sus garras, pero mi cuerpo no alcanza a reaccionar. Antes de que me diera cuenta, un brazo robótico del tamaño de la cordillera de los Andes me ha atrapado con una llave.

Una voz femenina y ronca grita: "Got'em, boss!"

Y el enmascarado parece contrariado: "Wait! Don't-"

No sé cómo describir lo que está pasando ahora. Una serie de polígonos ruidosos bañados en lo que parecen ser las luces más extravagantes y filosas que he visto en la vida taladran mis ojos. Destellos amarillos, rojos, violetas, azules, turquesa, ¿terracota con vivos en granate tal vez? Ah y otra vez azules y otra vez amarillos. Solo al estirar el brazo me doy cuenta que yo, la dueña del gigantesco brazo robótico y la figura distorsionada, ahora más aferrada a mí que nunca, estamos… cayendo. De espaldas. A través de un agujero de gusano.

Cuando abro los ojos veo que el enmascarado va cayendo también, aunque hacia adelante, con el brazo igualmente estirado hacia mí. Y entonces atravieso lo que solo puedo describir como un mal viaje de LSD mezclado con chirrinchi adulterado. Porque lo veo todo. Huelo los colores. Saboreo la aspereza del mármol. Y lo siento todo: el palpitar de uno, dos, tres, muchos corazones, el llanto de un niño, la sonrisa del arcoiris, el siseo de la serpiente, la sacudida de las alas de una paloma, eco de estática, gritos de langostas, la brisa del mar, el ruido del silencio. Ugh, tengo ganas de vomitar…

UuuUuugh-

Y así como empieza, termina. Me encuentro a mí misma tirada en el suelo, en posición fetal y con el pequeño todavía acurrucado en mi pecho. La dueña del brazo robótico sacude la cabeza y se queja. Amortiguó nuestra caída.

        ¡HEY! ¡HEY! ¡PELIGRO! ¡LEVÁNTATE, LEVÁNTATE, LEVÁNTATE!

Como puedo me incorporo, sin soltar al pequeño. No necesitaba de la confirmación del último disparo mental que aterrizó en mi sien para saber que ya no estábamos en el Hospital Universitario Julio Méndez Barreneche.

“Look! They're back from Earth 814”, dice una voz femenina.

“Took them long enough”, dice otra.

Un montón de personas enmascaradas me rodean, sin acercarse mucho. Una es una mujer que se ha quitado lo que parece ser una pesada armadura azul y otro es un hombre vestido de rojo que parece que estuviese entintado con meticuloso detalle.

“There it is! Wait, were there…?”

“I don't know, boss said it was just one”, dice un hombre con… Cristo atado, ¡¿esos son patas de araña?!

“Hey, hey! Let her breathe!”

Eso lo dijo la figura enmascarada que tengo más cerca. Viste un traje rojo también, pero tiene un abrigo rosa encima. Ugh, maldita sea, esta hijueputa migraña me va a-

“Wait a minute”.

Los demás se miran primero entre ellos y luego a mí. Un momento. ¿Por qué parece que todos estamos… vibrando? ¿Por qué de pronto se siente como si estuviésemos latiendo con un solo corazón?

“You’re like us”.

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