domingo, 20 de febrero de 2011

Cartas a Baudelaire. Parte Uno

Como pintan las circunstancias, me va a tocar improvisar de nuevo aquí. Bueno, al ver que no se me ocurre nada interesante, optaré por echarles más de mis cuentos: les contaré mi día, por ejemplo. Qué habrá de interesante, de todas formas, en el día de alguien que se la pasa tirado en un colchón leyendo a existencialistas de los veinte... alguien que sino está aventándole la madre a los errores ortográficos está haciendo algún crucigrama... alguien a quien simplemente lo ponen de buen humor las empanadas y el buen beat.
Válgame Dios, he ahí un buen comienzo.
Ejem, prosigo. Me desperté, me levanté, me sacudí la flojera, me pasé una mano por el pelo. Fui hasta el baño, oriné, me lavé la cara y los dientes, miré una vez más el empañado del espejo. Miré esos ojos descarados que ostento y me dieron náuseas, por lo tanto, vomité. No había cenado, y el almuerzo fueron migajas, de modo que no tengo idea hasta ahora qué exactamente fue lo que vomité. Tal vez fue el alien de la gripa, el malparado que venía aquejándome desde hace meses.
Recuerdo que miré de reojo el teléfono ese que tanto odio. Ese que hace que me sangren las cutículas y que hace que me duela la cabeza más de lo normal.
Luego del ritual de cada mañana bajé por las escaleras y me caí. Me di un totazo magnífico; magnífico de lo bueno que fue el golpe. Quedé inconsciente como por una hora más o menos. Y, si preguntan, sí, volví a presenciar el trance.
Posterior a ese bochornoso asunto me levanté y me limpié la baba que se deslizaba por la esquina del labio. Sin bien abrir los ojos pude distinguir sentada en el computador, justo en frente de las escaleras, la sombra de  la Criaturita, la que me perturba todos los santos días. La Criaturita estaba enfrascada en el aparato. Yo le dije: fuck, niña. Pude haberme matado ahí y tú ni te inmutas. La Criaturita se dio cuenta de mi presencia y sólo dijo por eso me reía.
Y siguió riéndose la muy descarada.
A partir de ahí todo fue lectura y escritura, así que no tendría sentido reescribir aquí las obras de Poe o de Camus. 
Y en la noche, justo a las nueve y cuarenta, se me da por revisar el blog este, y descubro que no hay una sola entrada nueva desde la última que leí. Y heme aquí. Escribiendo para una posible e indescifrable posteridad, con el Rompecintura reproduciéndose en el winamp y con mi novela a medio acabar en el Word.
Amén, tengo sueño. Vayan a hacer ustedes algo con su vida, que yo haré la mía: dormir.
Oh, ahora está Gangsta's Paradise. Qué buena canción. Sí, sí...ya. Escucho ésta y a dormir.
Pff... sólo ignórenme. Paz en el medio Oriente.

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