miércoles, 1 de agosto de 2018

La nostalgia es un cucarrón que te degüella

"Cómo escribo, quieren que yo les diga. Qué más da cómo escribo si lo que estoy haciendo es no escribir. Urgida de contar y callándome. Caminando en la red como una araña que no sabe tejer, que expropia el andamiaje de otros para ir a todos lados y a ninguno. Tengo una historia, sólo una historia cerrándoles el paso a las demás. Y así la escribo. No escribiéndola".




Hace poco me enteré que uno de los blogs que me inspiró a crear el mío ya no existe. Era muy bueno. Relataba a manera de cuentos historias fantásticas y de ciencia ficción, o hablaba sobre experimentos e inventos interesantes a lo largo de la historia de la humanidad. O algo así. Una vaina rara que no tenía mucho sentido, pero que era entretenida. 

Y murió. 

Por otro lado, redescubrí el blog de un artista que admiro mucho y que hace tiempo no leía, y dándole la respectiva stalkeada me topé con un comentario que hice hace mucho tiempo en una de sus entradas. En él, además de expresarle toda mi admiración, le decía que quería seguir sus pasos. El susodicho viajaba por Colombia y por el mundo escuchando y escribiendo historias, plasmando en letras y dibujos todo lo que veía y sentía. 

Han pasado tres años, tres largos años desde que le comenté eso. 

Y yo sigo aquí. Hoy, a trece días de cumplir otro año valiendo verga, sigo aquí, autocompadeciéndome. Lamiendo viejas heridas que ya cicatrizaron.

Durmiendo sin dormir.
Soñando sin soñar.
Escribiendo sin escribir.

Viviendo, sin vivir.

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