martes, 8 de marzo de 2011

Cartas a Baudelaire. Parte Tres.

Primera escena: un niñito volteando una arepa.
Segunda escena: una niñita volteando una arepa.
Tercera escena: un hombre volteando una arepa.
¿Como se llama la obra? Nunca es tarde para voltiarse.

Vaya, eso sí que estuvo malo. Nunca fui  bueno para echar chistes. Ha sido uno de los traumas más traumáticos (valga la redundancia) de mi vida. Qué va, siempre digo eso. Siempre digo de cada trauma que invento que son los más traumáticos.
Hey, háblame de esto: esta mañana casi me caigo de la cama tratando de espantar un mosco. Si no pongo la mano ahí hubiera quedado: marcado de por vida en los Guiness por haber roto el récord de "la caída de cama (y casi muerte) más vergonzosa y absurda".

Esta es la parte final de estas cartas sin sentido. Buscaré alguna otra forma de comunicarme con ustedes, tratando de emplear siempre la excelente herramienta de la improvisación, pues es en la que mejor me desenvuelvo. Ja ja ja, no me presten atención, ya ven que las cosas que digo no tienen razón de ser.
Para despedirme de esto quiero desearles a todas las mujeres de la Vía Láctea un muy feliz día de la mujer. Y también tengo para ellas, un asqueroso beso, un caluroso abrazo, una migraña interminable y una sonrisa sórdida de hipocresía combinada con mala digestión. Ay tan bello yo...
Embuuuuste.
Bueno, ya está bueno. Amén, Sacabó, Finish-him, it's over now, Don'tcryformeArgentina, hasta la lookin'. Me aburrí de esta joda. Bueno, tampoco así. Pero ya no se me ocurre nada. No crean, la inspiración también se agota. Lo digo yo.
Hay que dejarle a los niños de ahora continuar con el legado. Hay que poner a los hermanitos a escribir bien, pa que algún día uno pueda decir "joda, a ese pelao lo instruí yo, ve".
Ah, y otra cosa: ¡escriban, carajo! ¡Dejen de perniciar en Facebook! ¡Nobel, Kindle, allá voy!

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