miércoles, 14 de diciembre de 2011

Orgullo de terrícola

Nunca nadie terminará de comprender el entramado psicológico que nos une, pues es tan inexplicable y místico como la religión, tan voluble y versátil como el agua y tan pesado y caótico como el mundo.
Mírate. Te miro. 
Mírame. Me miras.
No necesitábamos más.
Nos componíamos de eso.
Los afluentes de tu curiosidad escarbaban en el sendero del poder. Te desmoronabas por aprender. Siempre fue ardiente tu caminar y lento tu progreso. Tus ojos brillaban cuando avanzabas, y se opacaban cuando no.
Me sentí tan ligada a ti desde el comienzo...
No necesitamos más.
Nos componemos de eso.
El orgullo, lamentablemente, es el que nos define.
Tú eres azul; azul real, azul místico, azul siniestro y poderoso. Azul, emblema de carácter y sabiduría.
Yo soy rojo; rojo pasión, rojo ardor, rojo esplendoroso y delicioso. Rojo, emblema del amor y la sensualidad.
Y qué más da. El azul y el rojo siempre se verán bien juntos.
Una mezcolanza rara.
Un casi idéntico trazado vital.
Los mismos latidos de corazón.
No necesitamos más.
Nos componemos de eso.
Aunque pequeños, sabemos dar grandes pasos. Y ciertamente nunca nadie terminará de comprender el entramado psicológico que nos une, querido.
Y nadie tiene por qué comprenderlo.

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