Soñé con Dross. Otra vez. Estábamos mi hermana, mi mamá, él y yo, en mi casa, acostados, uno al lado del otro, cual sardinas en la lata que hacía de la cama de mis padres. Después de un rato, tanto mi mamá como mi hermana se levantaron y salieron del cuarto, y Dross y yo quedamos solos. Su mano se posó primero sobre mi pecho, me quemó por todo el muslo y finalmente aterrizó con una ligera palmadita en mi vagina. Comenzó a frotar, acrecentando gradualmente su intensidad mientras me pellizcaba el clítoris. Yo me reía. Entonces se cansó de tocarme y me dijo que me le sentara encima y así lo hice. Después nos dimos la revolcada de la vida, ahí en la cama, alternándonos uno encima del otro. No hubo penetración ni besos de ningún tipo. Me decía cosas al oído de las que ya no me acuerdo. Estábamos muertos de la risa, y mirando por encima de su hombro me di cuenta que mi hermana nos espiaba desde el otro cuarto.
La escena cambió drásticamente. Ahora viajaba en un bus por toda la Avenida del Libertador. Sin embargo, era raro. Sentía que lo veía todo dese muy alto, como si en vez de ir en un bus fuese en una suerte de helicóptero. Pasando la CUN, vi una escena horripilante: un mar de sangre y vísceras, cuerpos segmentado y pies y manos cercenadas por toda la terraza. Nadie en el bus pareció inmutarse a excepción de mí. Al llegar a mi destino, algo así como una suerte de apartamentos, todos blancos y laberínticos, me encontré con un par de señoras. No recuerdo ahora en qué momento de esa conversación empezamos a hablar de lo de la CUN. Una de las señoras dijo que había estado ahí y que había salvado a alguien. La otra señora no le creyó. Nadie le creyó, de hecho. Ella hablaba muy nerviosa. En la radio anunciaron de pronto la asquerosa noticia, afirmando además que el asesino seguía suelto.
Cambió la escena de nuevo, esta vez para mostrarme huyendo por la ciudad, igual o más laberíntica que ese edificio. Sé que era Santa Marta. El centro de Santa Marta, para ser más específicos. Yo lo veía todo a través de los ojos de un hombre. Había mucha gente conmigo, que yo lideraba mientras huíamos de algo que no podía ver. Pasó bastante tiempo antes de que lo viera, hasta que lo vi. Entonces lo vi. Un tsunami. Dios mío. Tenía años sin soñar con olas gigantes. Era agua sucia, llena de tierra. Venía directamente hacia nosotros. A cada tanto nos escudábamos tras columnas, paredes y demás. Yo estaba pendiente de dos personas algo torpes detrás de mí. Caminamos mucho, muchísimo. Pasamos por muchas calles. En una de tantas nos topamos con una familia en una casa muy pequeña. tenían la reja abierta y estaban preocupados por algo en el andén. Era una niña con poca ropa, convulsionando. Pero convulsionado de una manera horrible, temblaba como vibrando, y se agarraba a la pared y echaba hacia atrás y hacia adelante la cabeza. Era una imagen muy fuerte. Nosotros seguimos de largo, y ella no dejó de convulsionar. No pude evitar sentirme mirada por ella todo el rato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario