jueves, 25 de abril de 2019

20 de abril de 2019

Caminaba por un pueblo. Algo acechaba en la oscuridad, algo que yo sentía que crecía a cada latido de corazón hasta que llegué a mi casa. En la sala me encontré con un niño pequeño, con el pelo rubio, cortado en honguito. En eso me tomó de la mano y me llevó a que viera dónde dormía: una especie de claustrofóbico cobertizo, bien diminuto, lleno de polvo y comején, en el garaje de la casa. No pude entrar ahí. Me dio mucha lástima el niño, por lo que me responsabilice de él. Me lo llevé de vuelta a la sala, lo cargué y lo senté en mi regazo. Entonces me miró y me dijo que tenía que irse para Argentina y yo le supliqué que me llevara, poniendo mi frente en su pechito. Él solo se rio. Luego le pregunté dónde quería dormir, si ahí en esa casa o en la mía, y me dijo que no sabía. Le dije que podíamos pasar una noche allá, y después acá, pero ya no hablamos más porque después se fue quedando dormido, con su cabeza apoyada sobre mi hombro.

Con el niño al hombro, recuerdo que atravesé muchas puertas y finalmente llegué a un jardín. Allí vi algo que latía en el piso, algo negro y, en un principio, diminuto. Después fue creciendo y creciendo, hasta que se hizo tan grande como la casa. Era algo así como una especie de planta enredadera, pero hecha de un material negro y viscoso que desembocaba en una boca gigantesca con dientes como de tiburón. La cosa aquella llenaba la habitación con un olor a podredumbre espantoso. Al final de esta parte del sueño, en medio de lo mucho que se retorcía, pude ver que aquello sonreía.

No sé en qué momento de la noche comencé a verme caminando en el centro de Santa Marta. Miré a mi alrededor y vi que había una especie de feria, con muchos locales comerciales. Uno de ellos llamó mi atención porque tenía bandanas y cintillos, y estaba viéndolos cuando un muchacho se acercó a saludarme. Me dijo que recordaba haberme visto en un evento anime, que hasta me había escuchado cantar. Estaba disfrazado de un personaje de Naruto… ahora mismo no recuerdo cuál. En ese momento me di cuenta que todos me miraban, no juzgándome, pero como pidiéndome algo, esperando algo de mí. Me sentí mal, terriblemente incómoda.

La tercera parte del sueño pasó en otro lugar… en otro tiempo, de hecho. Vi a una pareja y supe en ese momento que la mujer era María, la madre de Jesús. Al hombre no lo reconocí, y en el sueño nunca escuché su nombre. Caminaban, corrían, reían... pero, así como en el otro sueño, no sé, sentía que había algo que acechaba en la oscuridad. Los dos corrían, huyendo de la persecución del pueblo, que ahora iba tras ellos, con antorchas encendidas cual caza de brujas. La pareja llegó a una iglesia y permanecieron ahí un rato hasta que se hizo insoportable la atmósfera, o al menos así lo sentí. Ellos vieron que la iglesia se estaba llenándose de humo. Con horror vieron las mil y una antorchas encendidas de una multitud que poco a poco iba creciendo en número. Entonces salieron corriendo de ahí, pero justo antes de que desaparecieran tras una esquina, una llama lanzada como látigo aterrizó sobre ellos. El hombre alcanzó a abrazar a María. El fuego cayó todo sobre su espalda. Flotaban los dos, como en cámara lenta, como si en vez de fuego estuviesen rodeados de agua. Gritando del dolor y cerrando los ojos con fuerza, el hombre apretó los dientes y miró a María. De alguna forma, y por las expresiones en sus rostros, vi que María consiguió aliviar su dolor. Las llamas desaparecieron y ahora estaban tirados en el piso, María sobre él, que estaba agonizando. María lloraba, le pedía al hombre que no la dejara. Las lágrimas caían sobre la piel descarnada del hombre, que, sorprendentemente, estaba sonriendo a pesar del dolor horrible que todavía sentía. Entonces le tomó la cara a ella y le dijo: "Mi María... mi dulce María". Y falleció. Luego vi que ella lo llevó como pudo hasta un lugar remoto en el pueblo y con ayuda de otra persona, un joven carpintero, enterraron el cuerpo. María lloró amargamente hasta que todo fue negro.

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