jueves, 7 de noviembre de 2019

Sonrisas que provocan veranos invencibles

ah, ¿como la béisbol? mi querido esposo y yo estamos conectados. los envidiosos dirán que es photoshop.



"Personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de cualquier cosa".


Tengo que admitir que mi relación con la literatura fue bastante mala en un principio. Odié la lectura hasta más no poder durante gran parte de mi época escolar, cosa que no era de sorprender de las pobres niñas de un colegio de monjas, donde si no te metían la cabeza dentro de la Santa Biblia te tocaba empinarte La Odisea o El Lazarillo de Tormes.

Gracias a Dios, la situación dio un giro de ciento ochenta grados cuando nos mandaron a leer un libro que me impresionó (y todavía me impresiona) mucho: Pelea en el parque, de Evelio Rosero. Ahora, volviéndolo a leer, sigo pensando que era muy fuerte y muy… maduro para ser un libro infantil, por decirlo de alguna forma. Después conocí los cuentos de Edgar Allan Poe, y de la mano de él y de Camus me di cuenta de que había otra clase de literatura y que había algo más allá del pesado lenguaje de la resurrección de Jesucristo y los viajes de Odiseo.

Recuerdo que la primera lectura que le di a El Extranjero fue rápida y bastante superficial. No entendí mucho de lo que pasó en la historia. para cuando le di la segunda lectura, ya estaba más… digamos, entrenada. Ahora sí era merecedora de esa vaina. Y una vez terminada me sentí… no sé, como presa de una tristeza rara. Me explico: me invadió algo parecido a la sensación después de estornudar. Como un alivio que rompe corazones. Una tristeza alegre. Un vacío con significado. Sí. Algo así.

Como todo lo que me gusta y obsesiona, empecé a investigar sobre Camus. Su biografía, su vida, sus otros libros, su mujer, sus hijos… todo. Quise saberlo todo y cuando lo supe no me pareció suficiente. Me sentía con un hambre más grande que yo. Seguí investigando: no fue el más fiel de los hombres, así como era amado, era odiado por su radical existencialismo (a pesar de que él aseguraba que no era existencialista), hablaba español, y tuvo gemelos. Luego supe que se había ganado el Nobel a los cuarenta y cuatro años y me llené de una envidia más grande que Rusia. Y finalmente me enteré que solo tres años después del Nobel murió en un accidente automovilístico. Él, que era de los que decían que morir de esa manera debía ser la más absurda para morir. Qué vaina. Esta vida carecería está llena de ironías.

No supe hasta qué punto realmente me había impactado saber esto hasta varias noches después. Dormía y soñé que estaba caminando por una calle larga, ancha y vacía. Todo lo veía en blanco y negro. No escuchaba casi ningún ruido, a excepción del ruido del agua corriendo, como si estuviese cerca de alguna gran cascada, pero estaba en plena ciudad, en pleno casco urbano lleno de edificios y carros, del verbo, no debía haber ninguna clase de cuerpo líquido de mayor extensión a un charco de agua empozada o meado de perro. Y aún así, escuchaba el agua correr. En fin. Caminaba, pues, sobre el andén de una calle destapada, y de pronto me sentí víctima de un desasosiego… una vaina que no tenía manos, pero que me asfixiaba. En el sueño sentía sin aire, y tenía la boca abierta. Entonces corrí y corrí, hasta que crucé la esquina. No me detuve hasta llegar justo detrás de un hombre hablando por celular, a punto de montarse a un carro negro. me apresuré a agarrarle el brazo, como tratando de evitar que se fuera, y justo en ese momento el hombre se volvió para mirarme. Era Camus. Su expresión era sonriente; cara y cejas relajadas, me miró como se mira a un viejo amigo. Ni siquiera se le veía extrañado ni molesto. Sentí de pronto a mi mente saturada de pensamientos de tristeza, y repetía casi como en mantra: “No te vayas. No me dejes. No te vayas”. Pero de mi boca no salió una palabra. Después de varios minutos, él simplemente se zafó de mi mano y se montó en el carro. El sueño acabó y yo me desperté y me sentí sola, desamparada.

Ya han sido varios años desde que pasó eso. Y aunque no me acuerdo de las fechas exactas tengo un diario de sueños, pero no anoté este, recuerdo perfectamente cómo me sentí y lo mucho que significó para mí, sobretodo más adelante cuando leí sus ensayos y demás obra filosófica.

En sí, Albert Camus es para mí más que una influencia literaria y filosófica. Tenemos una conexión que no he sido capaz de explicar a alguien más. El vale se me ha vuelto un ejemplo a seguir. Desde que lo leo, no me quedo callada si me molesta algo. Gracias a él reforcé mis ideales, ¡hasta mi escritura! Tengo más claridad con muchos de mis pensamientos y principios y, lo más importante, a pesar de las adversidades y que, por más que haya invierno tratando de colarse en el alma de uno, sé, gracias a él, que germinará de nosotros un verano invencible.

Ay, ombe, viejo Albert. Resucita y cásate conmigo.

joyeux anniversaire, mi amorrr


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