jueves, 2 de enero de 2020

1 de enero de 2020

Cargaba una gran jabalí de color negro en mis brazos. Botaba espuma por la boca cual animal rabioso y me hería, cortándome con sus colmillos gigantescos. Caminaba con la bestia de un lado para otro en busca de alimento, y era tal el apetito de la bestia que no había conejo que lo llenara. En un breve momento de distracción, el jabalí se comió a una persona llevándosela atrás de una colina. Todavía puedo escuchar los gritos desgarradores de ese pobre sujeto a horas de haber despertado.

La bestia y yo anduvimos por más rato atravesando un campo blanco y nevado. Cruzaba caminos en forma de espiral y llegamos al lobby de un largo edificio de paredes de colores. Había mucha gente allí y tuve que emplear todas mis fuerzas por contener el hambre de la bestia. Pocos segundos antes, había planeado alimentarla con otro ser humano y ya tenía visualizada a mi próxima víctima, pero entonces un grupo de gente nos invitó a una fiesta en la zona social del edificio y los seguimos.

La zona social del edificio se constituía de terraza sacada como de la misma selva del Amazonas y en todo el centro había una piscina gigantesca. El agua estaba en calma y era bastante profunda. No sé en qué momento del sueño la bestia se transformó en hombre y yo comencé a abrazarlo. Y entonces vi que la bestia ya no era una bestia, ahora era un hombre muy hermoso de cabellos negros veteados de azul. Tenía un grandioso cuerpo, de puro músculo, y de tez blanca y nacarada. Entonces ya no sentí la presión de contener su bestialidad y lo abracé por la espalda, frotando mi mejilla contra la suya. Le decía que lo quería cuidar, que lo quería peinar. Reacio al principio, el hombre se fue mostrando complacido, aceptando mi afecto. Luego me lancé a la piscina.

Era muy profunda, demasiado. El agua era limpia, pura, cristalina, aunque no transparente, y despedía un olor dulzón agradable. No llegué a tocar fondo y su temperatura era fría, pero acogedora. Mientras luchaba por conseguir la superficie, me sentí abrumada y estaba a punto de quedarme sin aire porque era un camino largo. Finalmente salí y nadé hasta el bordillo. Luego me volví y vi que había otra persona en el agua y me puse a jugar con ella.

Salí de la piscina al cabo de un rato y me encontré con una mujer que me dijo que era la oportunidad perfecta para atrapar a la víctima. Yo respondí con una sonrisa y le dije que ya no era necesario. La bestia se había calmado.

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