Estaba sentada en una de las mesas que componían un amplio restaurante abierto. Una rara construcción en forma de L que despedía un calor familiar, como de una casa grande.No tenía puerta ni ventanas, solo era una pared al fondo donde estaban colgados unos cuadros que no alcancé a detallar. los comedores estaban cercados por unas paredes blanquísimas y me hizo sentir más en una de esos edificios de oficinas que en un restaurante como tal.
El lugar estaba repleto de gente que no reconocí y yo estaba en una de las que estaban en una esquina, en el extremo derecho de la L. Al frente del lugar, había una especie de domo… como el cine domo que hay en el Maloka, el museo de Bogotá. Un camino corredizo guiaba hasta él, un camino como de esos que hay en ciertos centros comerciales o en los aeropuertos, que no son escaleras eléctricas propiamente dichas pero que funcionan de la misma manera. Después de mirar por un rato, vi a una serie de personas atravesar hacia el domo, y me di cuenta que luego entró Al Pacino, pero… no sé. Estaba diferente: acuerdo y musculoso, alto (mucho más alto que lo que es en realidad, como cuarenta centímetros más), vestido completamente de negro, y con el cabello largo echado hacia atrás, peinado como con gel. Cargaba un rifle, un arma gigantesca y oxidada, casi más grande que él. En ese momento me vi presa de una sensación horrible de peligro, aunque mi cuerpo en el sueño no manifestó angustia alguna.
De vuelta en la mesa, la comida iba y venía. Yo hablaba tranquilamente con las otras personas que estaban ahí conmigo. Incluso se me acercó Eddie Murphy (con una apariencia que asemejaba más bien a Coolio) y comenzó a meterme conversación. No escuché ni entendí nada de lo que me dijo. Tuvo que haber sido algo… ¿chistoso? No sé. Se rió todo el rato. Después estiró el dedo índice, tomó un pedacito de legaña de mi ojo, la arrulló en su mano y la miró como si el mundo entero estuviese reflejado en eso. En ese momento me sentí la mujer más hermosa para él.
Hasta ahí todo… medianamente bien. De pronto sentí un ruido y al lado izquierdo de la L un hombre cayó desmayado, con la cara contra la pared pálida de uno de los cubículos-mesa. Me estremecí en el momento en que veo que de su frente sale sangre de la forma más escandalosa, y deja un rastro conforme la frente va arrastrándose hasta anclar en el piso. Todos a su alrededor comenzaron a gritar. No era para menos, el espectáculo era asqueroso: un hueco negro, del tamaño de un puño, era todo lo que quedaba de la frente de aquel pobre desgraciado, y la sangre salía como si fuera el agua de una fuente carmín. Y ahí estaba Al. Se acercó con pasos agigantados hasta nuestra mesa y sacó otro rifle de la parte de arriba del cubículo. Entonces se lanzó al modo cacería.
Hasta ahí todo… medianamente bien. De pronto sentí un ruido y al lado izquierdo de la L un hombre cayó desmayado, con la cara contra la pared pálida de uno de los cubículos-mesa. Me estremecí en el momento en que veo que de su frente sale sangre de la forma más escandalosa, y deja un rastro conforme la frente va arrastrándose hasta anclar en el piso. Todos a su alrededor comenzaron a gritar. No era para menos, el espectáculo era asqueroso: un hueco negro, del tamaño de un puño, era todo lo que quedaba de la frente de aquel pobre desgraciado, y la sangre salía como si fuera el agua de una fuente carmín. Y ahí estaba Al. Se acercó con pasos agigantados hasta nuestra mesa y sacó otro rifle de la parte de arriba del cubículo. Entonces se lanzó al modo cacería.
Comenzó a perseguirme y a lanzarme balazos. Cada uno de los cuales iba quitándome vidas. Sí, vidas. Como si se tratase de un videojuego. También vi cuántas me quedaban: 15.589. O 15.859, no recuerdo ya con exactitud...
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