lunes, 27 de septiembre de 2021

19 de septiembre de 2021




Mi visión es inicialmente borrosa hasta que poco a poco se va aclarando para dejarme ver un horizonte vacío, oscuro. Es como si estuviese caminando por una larga planicie de verde hierba y arriba el cielo está completamente ennegrecido. Camino, camino mucho. Me siento muy cansada, pero por alguna extraña o quizá sobrenatural razón sigo caminando.
La somnolencia trastabilla un poco en mi mente en el momento en que siento que la hierba bajo mis pies se ha vuelto viscosa y caliente, pero no miro hacia abajo, o al menos no todavía. Entonces siento un estruendo y veo un perro de color marrón, de tamaño medio-grande, que sube y cae del cielo, aterrizando bruscamente sobre sus patas traseras. Es ahí cuando miro el piso y me doy cuenta de que estoy caminando sobre sangre, más específicamente sobre sangre coagulada, como de algún miembro humano cortado. 

El verde campo de antes es ahora uno tapizado con pies cercenados.

En el sueño me despierto y corro hasta el blanco consultorio de un psiquiatra, al que le digo que me ayude, que ya no puedo aguantar las pesadillas muy vívidas con pies cercenados.

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