domingo, 29 de agosto de 2021

El catorce de este mes cumplí treinta y un años. Fue un buen día. Excelente. Con todo y que al final resultó ser lo mismo de siempre (la visita de la familia, atender gente con picadas y demás). Fue bueno porque siento que por primera vez en mi vida me permití reír duro, bailar mucho y hablar fuerte, como quiero, como soy. O sea, por fin sentí que me pertenecía. Me levanté tres cachacos, perreé hasta el piso y hasta trucos de magia me hicieron. ¡Y no tomé ni una sola gota de alcohol!

Unos días antes (el catorce cayó sábado), Lili, mi prima, me había escrito y conversamos sobre lo aburridas que estamos con la vida. En medio de la conversación, y como para variar de ambiente un poco en este encierro, me dijo que me invitaba a comer el viernes, y así fue. Una amiga de ella se pegó y las tres terminamos en Radio Burger, un restaurante del centro, al que no le cabía un alma más. Ese tal COVID no existe, no, o al menos para ese montón de gente no, porque hasta sin tapabocas andaban. Me sentí presa de una mezcla de claustrofobia y asco y luché con todas mis fuerzas por no hacer que se me notara en la cara, pero creo que mis silencios intermitentes durante la comida pudieron haber dado pistas. Dentro del restaurante también había bastante gente. Con todo y eso, la hamburguesa estaba sabrosa (aunque salada), y eso me sacudió un poco la angustia de la cabeza.

Luego de comer salimos de Radio Burger con dirección al callejón del correo para comer helado en un puesto de gelatto que ya no recuerdo cómo se llama y ahí nos quedamos un rato. En esas estábamos cuando un muchacho al que creí un vendedor ambulante se nos acercó. No pude evitar articular una expresión de sorpresa mitad asco cuando sacó un montón de cartas UNO de la boca (casi una baraja completa) y comenzó con su número. Primero hizo, digamos que lo usual de los magos que es sacar flores u otros objetos de detrás de las orejas de los espectadores y así. Después fue intrigándonos porque multiplicó unas pelotas en las propias manos de Angie, la amiga de Lili, cuando las tres vimos que había puesto solo una. lo más raro de todo fue el número final, pues el truco era que yo, la voluntaria ideal por ser la cumpleañera soon-to-be, permaneciera de pie, cerrara los ojos y dejara que el hombre tocara algunas partes de mi cuerpo. La idea básicamente era que yo levantara el brazo izquierdo si sentía toques en el lado izquierdo de mi cuerpo, o el brazo derecho si los sentía de ese lado. Y así lo hice. Lo curioso (y en parte aterrador) fue que después de que se fue el mago, mi prima aseguró que él en ningún momento me tocó, a pesar de yo haberlo sentido, y que a la que tocó fue a ella. Nos reímos, mezcla de humor, miedo y pena, y nos quedamos ahí hasta que nos echaron.

Después de eso, decidimos "dar una vuelta" por La Puerta, la discoteca. Íbamos en plan tranquilo, no nos demoraríamos mucho, dar una vuelta literalmente, sin ánimos de quedarnos, pero nos quedamos ahí hasta casi las tres de la mañana. Como las doce de la noche me cogieron allí, el DJ puso la canción del Happy Birthday y mi prima y su amiga me la cantaron. En una mesa al lado de la nuestra habían cuatro o cinco muchachos mirándonos. Uno de ellos, el más bonito de todos, un joven rubio de ojos claros con rastas en el cabello, sacó a bailar a mi prima, pero ésta lo rechazó. Quiso sacar a Angie, y ella también se negó. A mí ni me miró. Al rato se acercaron los otros. Resultaron ser agradables, aunque bastante intensos y habladores. Cachacos, además. O sea, no bailan. Nada. Otro de cabello negro y gafas me sacó a bailar y más que bailar fue una conversación sobre literatura. Todo empezó porque me preguntó qué hacía por la vida y yo le dije que era escritora, y como que para él fue todo un acontecimiento. El hombre se emocionó mucho y hasta me dijo para comprar mi libro. Lo compró vía Amazon. Luego pasó mi contacto a un amigo suyo de una revista de literatura. En fin, estaba en la película, y yo solo quería bailar. No es que me esté quejando, todo lo contrario. No pude sino reír.

El tercer cachaco que se nos acercó, el más hablador de todos, prácticamente nos arrinconó. Estaba claustrofóbicamente cerca de mí (por más que me alejaba, por aquello del distanciamiento social, el hombre se pegaba otra vez). Nos dijo que se había casado hace quince días y que se iba a ir a España, que los demás del grupo eran amigos suyos de la infancia y que querían despedirlo como se debe. A partir de ahí se quedaron con nosotras (muy a pesar de Lili y de Angie, a las que se les notaba en la cara que no querían tenerlos cerca), y, bueno, para qué, nos hicieron reír bastante.

Llegué aquí al apartamento a las casi cuatro de la mañana para levantarme otra vez a las diez. Gracias a Dios nadie me llamó, fueron puros mensajes de WhatsApp. Ah, y en Facebook. Mi papá me invitó a almorzar en un restaurante de El Rodadero en el que comí hasta la saciedad, y después, como a eso de las cinco de la tarde, subimos a la piscina. a pesar de que habíamos reservado con anticipación, había gente de otro piso ahí y no tuvimos más opción que esperar a que se fueran. fue en la tarde-noche que pudimos bañarnos los que queríamos.

Eso último del día fue raro porque ajá, siempre es aburrido atender a la gente y repartir comida y hacer reguero y que te canten el cumpleaños y que tengas que partir un pudín aparatoso y rosado. pero aún así me sentí... diferente. fue el primer cumpleaños en el que no me sentí depresiva y en el que genuinamente reí y bailé y gocé. Me sentí dueña de mí misma. No escuché nada que no fuera la brisa de entre mis dientes, al escaparse de mi risa.

Ya no quiero ser esclava de las mentes de la gente. Solo quiero ser libre. Ser. ¿Por qué es tan difícil para algunas personas aceptarlo? Me cansé de explicar que no puede crecerme el cabello un par de centímetros porque siento que me pesa. Como mis padres, que tanto dicen que me aman "incondicionalmente" pero que no pueden ver un pelo en mis piernas o axilas. Me miro al espejo y por fin me está gustando lo que veo. Eso es todo lo que debería importar.

Ser yo + escribir.

Ser yo + escribir.

Ser yo + escribir.

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