No entiendo de sarcasmos, de poesía, de música clásica ni de vueltas bancarias. No entiendo de literatura clásica, de griegos, de arte, de cocina en general ni de geometría. Ciertamente no entiendo muchas cosas, pero lo que nunca terminaré de entender al ciento por ciento es por qué carajos a los hombres les fascina andar abiertos de piernas.
Es decir, si es en la buseta, es una maldita molestia. ¿Es que no comprenden que el puesto es para dos personas y no para ellos solos? Si es en alguna fiesta formal, es algo asqueroso de ver. ¿A quién le va a gustar el pequeño bultico que guardan entre las piernas mientras se está cantando el Happy Birthday de la mejor amiga? Si es mientras están leyendo, es algo gracioso. ¿Acaso el escritor estará contento con que sus obras tengan semejante vista? Por Dios. Que alguien se los diga.
A propósito de las busetas, tampoco comprendo por qué los conductores siguen metiendo gente cuando ya no hay más espacio. El sparring tiene el descaro de decirle a la esperanzada gente que sí hay puesto, súbanse. Por el cordero de Dios, ¿en dónde más los va a montar? ¿Acaso ya las busetas tienen segundo piso?
Me choca terriblemente eso. Es ciertamente asqueroso, nauseabundo ver hasta qué punto se llenan las busetas. Para alguien tan claustrofóbico como yo es un verdadero trauma cada vez que a uno le toca subirse a esas cosas.
La claustrofobia es algo que me carcome las entrañas desde tiempos inmemoriales. Creo que son pocas las personas que conocen eso de mí, pero son muchas las que me han visto llorar a causa de eso.
En síntesis, debemos poner junto a la gestión del referendo taurino, junto a la que hay en contra del maltrato animal y junto a la de cuidar el medio ambiente otra que vele por el bienestar visual de las mujeres y de los niños (porque supongo que los niños tampoco deben de estar muy felices que digamos con semejante visibilidad).
Es ahora o nunca, señores. ¡Hay que hacer algo pronto!
En momentos como estos es cuando agradezco tener la avanzada miopía que tengo.
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