miércoles, 4 de abril de 2012

La recarga del Literato

Amaneció pues el literato bastante recargado; las pilas de su cabeza expulsaban humo cual tetera bien caliente. Las venas dilatadas de las sienes amenazaban con explotar en cualquier momento. El literato, sin embargo, no se inmutaba. Sus manos permanecían estáticas pese a la creciente presión mental. Los labios le temblaban. Los cabellos estaban pegados a la frente grasienta. Seguía inconforme con los zapatos altos que se había puesto.
Pero el literato sólo estaba calentando. Las baterías estaban apenas recargándose. Su enemigo decía que ya no iba a dar más, pero desconocía el poder tan insensato que se esconde tras su cabezota.
El bolígrafo repentinamente comenzó a acariciar el papel. Ya las pilas estaban preparadas.

El literato entonces y desde hoy y para siempre se puso a escribir.

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