El pequeño Daniel se sentía aún más pequeño ante el gigantesco terror que le escalaba la espalda. El más horrible de los seres se escondía tras esa puerta que no quería cruzar. Iba a escarbar en su boca, inhalarían el mismo oxígeno. Era algo que el pequeño Daniel no soportaba. Maldita sea. Preciso hoy, sábado, su día favorito. Ya nada de favorito queda de un día como esos. Nada de bueno debe quedar de ese horribles sábado, día de su cita con el odontólogo.
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