martes, 3 de abril de 2018

Buscando ser eco en la nada

Vuelvo a leer la frase en mi viejo cuaderno: "No quiero haber vivido en vano (…) Quiero seguir viviendo incluso tras mi muerte". Recuerdo mi cara y mi estado de ánimo en el momento en que la escribí. No dista mucho de lo que soy ahora, y me da vergüenza tener que admitir eso.
¿En verdad he cambiado tan poco desde entonces?
Me la paso durmiendo. ¿Así se sentirá estar muerto? Estar preso de una sobriedad y silencio gigantescos. Un vacío. Me aterra cerrar los ojos por las noches porque así me dormiré y cuánto más rápido me duerma, más rápido llegará el día siguiente, y día siguiente quiere decir hablar con gente, lidiar con gente y sus miradas de reproche, lidiar con los mil y un trabajos que no quiero realizar y con todas esas llamadas que no quiero contestar. Me levanto todas las mañanas a mirar el techo. Me paso una hora en la cama, en blanco. "¿Para qué levantarme?", es lo que suelo decirme últimamente. ¿Qué sentido tiene? No es como si el día de hoy vaya a venir... no sé, algún miembro de la realeza inglesa para pagarme por escribir todas esas ideas que tengo en la cabeza. No. Ese tipo de milagros no existen.
Pensé que estaba cansada de todo y todos a mi alrededor. Pero no. Me di cuenta que, de lo único que estoy cansada es de mí. Estoy harta de mí. Y tampoco me suicido. Pero, ¿por qué? Un misterio. No soy capaz. Me odio, pero creo que no lo suficiente.
¿Terminaré algo de lo que empiezo alguna vez? ¿Y si este dizque talento para escribir no es más que una mentira? ¿Y si nadie llega a leerme? ¿Y si nada de lo que escribo le gusta al mundo? ¿Y si al final ni siquiera soy buena para lo que me gusta?
Qué vaina. Qué vaina con esta puta vida, con este puto mundo. Y es que uno muere y la Tierra seguirá girando. Uno muere y ya. Es todo. El fin del mundo llega para cada quién cuando se muere, dice mi mamá. El consuelo de algunos. Pero no el mío. Uno muere. Y ya. Uno no es más que una mota de polvo que al morir vuelve a convertirse en simple nada interestelar.
Quiero dejar una huella en este mundo. Quiero sentir que valgo la pena, quiero sentir que lo que hago hará eco en la eternidad y que en veinte siglos la gente seguirá leyendo lo que escribo.
Me aterra la idea de pensar que tendré el destino de Ana, de Van Gogh o de Poe, que no alcanzaron a vivir su éxito. Quiero saberme leída por todos. Quiero sentir que he dado mi mensaje, que he contado todas las historias que quiero contar y que están estancadas en mi cabeza.
Quiero empezar. Y no empiezo. Y cuando empiezo, no termino.
Y quiero terminar, pero no me siento con ganas. Ya nada me motiva.
Me siento desinflada.
Vaciada.
Vacía.

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