Debí sospechar que algo raro iba a pasar desde el momento en que desperté a las ocho de la mañana. Já. Y todavía dicen que los milagros no existen. Como nunca, me bañé, me cambié, leí, escribí… hasta hice aseo. Todo temprano, todo bien.
Hasta las diez todo circulaba de manera normal.
Pero entonces llamaron a la puerta.
Y al bajar me encontré cara a cara con la crespa. Sí, la loca de la otra noche.
El corazón me naufragó hasta las costillas al ver a mi hermano abrazarse a ella. Entonces me vio y me presentó. La loca corrió a abrazarme. Me apretujó como si yo fuese de oro, intoxicándome con el olor a flores que emanaba de su pelo. Me saludó como si nada, mientras yo me moría por dentro. Toño no dejaba de hablarme de ella y de decirme: “¿no te acuerdas de ella?” y yo pensaba cosas como “claaaaro que la recuerdo, pero no precisamente por lo mismo que tú la recuerdas…”
—¡Cris!—, dijo de pronto mi mamá apareciendo tras de mí, y corrió a abrazar a la loca ella también. Después nos sentamos a la mesa.
Cristina se quedó todo el resto del día. Almorzó con nosotros y todo. Todos hablaban con ella, bien animadamente, pero yo me sentía desconectada. El mundo alrededor parecía repentinamente enmudecido para mí.
Durante todo ese tiempo no pude (y todavía no puedo) dejar de ver a Cris como una completa extraña, y el hecho de verla tan cómodamente hablando y riendo con mi familia me hacía sentir incómoda a mí.
—Entonces, Tina-Gelatina—, dijo mi papá después de comer—. ¿Cómo va todo?
—De ma-ra-vi-lla—, respondió la aludida, dándole un golpecito a la mesa con cada sílaba. Nada parecía borrarle la sonrisa del rostro.
—¿Hasta cuándo te quedas?
—Esta vez creo que para siempre.
—¿En serio?—, preguntó Toño mirándose con mi mamá.
—¡Sí!
—¿Dónde te estás quedando?—, preguntó mi mamá.
—¿Se acuerdan del lote que tenía en Minca?
—En la Puta Mierda con segunda—, comentó mi hermano.
Todos rieron.
—Bueno, lo convertí en un hostal.
Yo seguía en shock para cuando Adriana llegó a sentarse.
—¿De qué me perdí?—, preguntó ella sin levantar la vista del celular.
No mucho, la verdad. Resulta que este pecho, el epítome de la introversión, salió a rumbear, como nunca, y como siempre le pasaron cosas extrañas. Como el hecho de que me besé con la que supuse una completa extraña en una discoteca, una mujer muy bonita y alocada que hoy martes, un día que lo único que falta para que sea una locura es que comience a llover para arriba, está aquí en mi casa, donde me acabo de enterar que es prima mía.
—Hey—, insistió mi hermana.
—Ah, perdón—, dije saliendo de mi ensimismamiento—. Newsflash: tenemos una prima hippie que abrió un hostal. Se mueve la cosa política.
Los demás miembros de mi familia seguían hablando muy campantes, como si nada.
—¿Y estás tú sola por allá? ¿Tienes quién te ayude?—, preguntó mi mamá con un dejo de preocupación.
—Sí, claro. Está la Sra. Estela, que hace el aseo dos días a la semana… está Mani, el recepcionista… Jose también me ayuda bastante.
—Ah, Jose, sí. ¿Qué es de su vida?
Ellos siguieron hablando, pero ya yo no escuché más.
Como después se hizo bastante tarde para que ella viajara hasta Minca, mi mamá le dijo que se quedara. Así que, entre las tres juntamos las dos camas, la de mi hermana y la mía, y nos acostamos a eso de las once, luego de haber hablado un poco y de ver una película. Una vez acostadas, Cris empezó a meterme conversación.
—Ajá, y… ¿cómo estás?—, me preguntó casi en un susurro, golpeándome levemente en el brazo.
—Bien…
Después de un silencio incómodo se dedicó a examinar los afiches en la pared.
—Wow, ¡me encanta! ¿Ese es Iron Man?
—Sí—, contesté con nerviosismo.
En eso bajó la vista hasta el escritorio lleno de papeles.
—¿Puedo?
—S-sí, claro.
Comenzó a hojear mi pesado cuaderno de dibujo.
—Lo tienes en todas partes—, dijo ella señalando los recortes de Robert Downey Jr. que forraban el cuaderno. Yo me reí bajito. Después suspiré.
—¿Cómo lo haces?
—Qué cosa—, me dijo ella sin quitar la vista del Tony Stark encerrado en un corazón.
—Estar así. Seguir la vida, como si nada hubiese pasado...
—Pero si no fue nada.
—¡Nos besamos!
Ella me miró y se rio.
Después nos acostamos. Me hizo erizar el calor que de repente me invadió al sentir que Cris se aferraba a mis espaldas, en pose de cucharita.
—Ay, Juli—, me dijo—. Eres adorable.
Y tú una loca, pero no se lo dije. En cambio, suspiré otra vez.
—Si sigues así, te vas a desinflar.
—A veces siento que ya estoy desinflada—, dije.
—Es verdad. Estás bastante flaca—. Dicho esto, me pellizcó el abdomen, haciéndome cosquillas.
Me reí incómodamente.
—No sé. Todo ha pasado tan rápido…
Silencio.
—Siento que todo va a la velocidad de la luz y yo voy a paso de tortuga.
—Tú lo que necesitas es un cambio de ambiente.
—¿Ah?
—Mmm-hmm—su cuerpo se aferró más al mío. El olor a flores volvió a intoxicarme al sentir uno de sus mechones oscuros peinarme la mejilla.
—Vente conmigo.
Su voz era suave y susurrante.
—¿A dónde?
—Al hostal. Vámonos mañana para el hostal.
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