27 de agosto de 2015
Gracias a Dios, ni JD ni yo hablamos sobre el penoso incidente. O sea, él se reía de solo verme, pero no cruzamos una sola palabra. La verdad ni siquiera me sentí capaz de estar en el mismo lugar que él, o de al menos sostenerle la mirada. Dios mío. Con todo y eso me dejo saludar con afecto. Él me abraza, me besa en la frente, todo igual.
Él tan campante y yo muriéndome por dentro.
Hoy he hablado bastante con Mani. Es un muchacho chévere, a pesar de la imagen de amargado que tiene. Su trabajo es prácticamente de todero. Después de todo, ser recepcionista en un hostal implica saber de todo un poco. Yo de solo verlo me siento saturada de información.
Me contó que estudia economía. También me dijo que tiene apenas 20 años. ¡Y se ve mayor que yo! Anduve con él de arriba para abajo, e incluso hablé con algunos mototaxistas y conductores que trabajan llevando huéspedes del hostal a la ciudad y viceversa. Uno de ellos en especial me pareció bastante simpático. Y coqueto. Mani se rio y me dijo que tuviera cuidado con ese pelado. La verdad no pensé que fuese a llevarme bien con alguien como Mani, a quien veía tan ensimismado con el trabajo. Pero ve, las sorpresas que da la vida…
Aun así, sigo sintiéndome como si fuera una molestia.
En la tarde vino Cris y hablamos también. Planearon hacer una fogata y pasamos toda la noche contando estrellas. Mani me enseñó las constelaciones que sabía. Yo me preguntaba dónde estaba JD, pero entonces recordaba el “incidente” y dejaba de querer que apareciera.
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