sábado, 21 de abril de 2018

Eché una mirada al pasado simplemente: 1

Bueno, no sé exactamente cuando empezó todo… si fue esa vez en la que estaba tirada en el suelo arcilloso y fue allí en donde afortunadamente lo conocí… aquel muchacho que se ofreció a ayudarme… 
Creo que lo quiero mucho, a pesar de que no pueda olvidar a su prometida difunta… 
En fin, después con él viví muchas cosas… pero la que más me turbó fue aquel abrazo que me dio una noche estrellada en la cual tenía frío…, vaya, sonó cursi, ¿cierto? 
Ocurrió que, yo era una “bella” servidora de sake* (si se puede decir así) en un doyo muy importante en la capital de Japón, el doyo Kohawa, el cual estaría repleto de geishas hermosas que divertían a samuráis jóvenes y también maduros que llegaban allí a proteger el doyo y a divertirse con nosotras; oh cielos, creo que me estoy metiendo como una geisha, cuando la verdad sólo soy la que sirve el alcohol de arroz. ¿Pero qué me está pasando, por Dios?

Bien, la verdad, yo no soy la geisha bonita del cuento, ya que ese es el papel que tiene la señorita Ukyou; Ukyou Musume. El sueño inalcanzable de muchos samuráis jóvenes y maduros. La más bonita y por supuesto, la más superficial y coqueta de todas las que allí estábamos. Ella era la prometida en matrimonio de un joven que mis familiares poco me hablaron de él. Lo único que sabía de aquel hombre es que era aún joven y tenía la misma edad de la señorita Ukyou, veinte años. 
Ella es la que hace suspirar como un pobre tonto a todo hombre que la ve, ya que dicen que es la más hermosa del doyo, y la más deseable, por supuesto. 
Bueno, no es que esté celosa, pero la verdad, quisiera tener semejante belleza. 
En fin, la Ukyou siempre hacía algo para que un hombre se derritiera a sus pies. Al fin y al cabo ella es la geisha principal, ¿no?
Yo me encontraba en ese entonces por los pasillos del doyo, barriendo y con un pañuelo atado a la cabeza, ya que iría a limpiar el techo también. Kuno Takewachi, un joven samurai amiguísimo mío, estaba por esos lados cuando Ukyou se acercó. Apenas la vio, dejó ver una tonta cara que no parecía de él, ya que siempre muestra una cara seria. Se dirigió hasta donde se encontraba Ukyou y la tomó de las manos; Kuno suele ser muy mujeriego, pero yo soy la que lo hago reaccionar. Bien, como iba diciendo, Kuno miraba fijamente a Ukyou y yo ardía en rabia. Él estaba a punto de besarla cuando Ukyou se le apartó y le propinó una cachetada. Cuando observaba eso, ya me encontraba barriendo el pasillo en donde queda la pieza en donde duermo, cuando estallo en una risa loca que hace que Kuno se deprimiera aún más y esto hizo que se alejara. Para ser franca, me puso una cara de “muérete”. Kuno volteó al lado opuesto y se fue despampanante a su cuarto, señores. Mi risa paró en cuestión de segundos y casi sentí amargas ganas de llorar. Luego, esperé a que saliera, pero no lo hizo. 
Desde ese día no me volvió a hablar.




*Sake: alcohol de arroz japonés.




                                                                                                                             

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