sábado, 21 de abril de 2018

Eché una mirada al pasado simplemente: 4

Salió el sol… tan radiante como siempre. 
El amanecer era hermoso. Me percaté de que Shimamura se apoyó en mis piernas para dormir; qué tal éste. Acostándose en cualquier chica con tal de conseguir lo que quiere. 
En fin, él se levantó bostezando... uno no se ve bien cuando se levanta, lo admito, pero que se veía tierno… Hmm, tengo que pensarlo. 
-¡AH! Qué noche la que acaba de pasar... hacía rato que no veía las noches así, desde que mi Ukyou falleció… 
-Ay Shimamura, tú no haces más que decir "Mi Ukyou… ¡como te extraño!” mi Ukyou esto… mi Ukyou lo otro… ¡Ah! 
-¡Ya cállate, Yoko! Por lo que tenemos que preocuparnos es por encontrar un lugar en dónde estar. 
-Sí, claro. 
Caminamos hasta las afueras del bosque, caminamos bastante, lo sé, pero no paramos de hablar. Shimamura siempre tiene algo que decir… aunque sea tonto. 
-Oye…Yoko…—me dijo. 
-¿Qué quieres, eh? 
-Qué silencioso se siente el bosque. De pronto nos encontremos algo más adelante… hay que estar preparados. 
-Ah, sí, es mejor estar listos. Tienes razón.
Colocó su mano derecha en la espada que aún portaba… eso creí. Me echó para atrás, ya que, según él, había escuchado algo.

-Quédate ahí, Yoko. Creí escuchar algo… por lo que veo, creo que se tratan de ninjas bandidos—me dijo. 
-¿Ninjas bandidos? ¿A qué te refieres, eh?—pregunté curiosamente. 
-Son hombres con técnicas especiales que se reúnen para atacar doyos de geishas… por lo general, siempre están cerca de un lugar de esos. 
-¿Dices que quizás por estos lados esté un doyo de geishas? 
-Si…eso es lo más probable. 
Los ruidos se hicieron más fuertes y de los arbustos salieron unas personas, que más bien eran ninjas. Sacó su espada y saltó en dirección a los atacantes, siempre percatándose de protegerme. 
-¡Peleen! ¡Estúpidos bandidos!—gritó. 
Los ninjas no lo pensaron ni dos veces en lastimarlo. A él le hirieron en la mejilla, con una estrella de acero que los ninjas suelen usar para atacar. 
-¡Shimamura!—me preocupé en cuestión de segundos--, ¿Te encuentras bien? 
Corrí a donde él e intenté sobarle el rasguño de su mejilla. 
-Yoko… ¡será mejor que huyas! Yo los voy a distraer. Espera mi señal. ¿Te quedó claro? 
-Pero, Shimamura… 
-¡Pero nada! De prisa Yoko, ¡allí vienen! ¡AGGGHHHH! 
Me cubrió con un ataque de espada. Esto hizo que los agresores retrocedieran y que Shimamura se pusiera en ataque de nuevo, pero afortunadamente, se escaparon, dejándolo con la espada en la mano y herido a la vez. 
-Malditos cobardes… ¡No huyan! 
-Ya es tarde, Shimamura, se han ido. Ven, déjame ayudarte… tienes el cachete rasguñado. 
-Eso no impor… 
Shimamura no alcanzó a terminar ya que yo le puse una venda en la mejilla antes de que pudiera decir algo. 
-Yoko… 
-Está bien, Shimamura… ya te puse la venda donde tenías la herida. No te dolerá dentro de un tiempo. 
-Claro…, gracias. Y tú, ¿te encuentras bien? estuve tan ocupado con esos malditos que no me dio tiempo para poder…protegerte. 
-No, yo estoy bien. Gracias por tu preocupación. 
-Bien… ven, vamos a encontrar el doyo cercano de aquí y pedimos posada allí. 
-De acuerdo. 
Y luego él y yo nos pusimos de pie y nos dirigimos hacia más afuera del bosque.

Finalmente, con la espada de Shimamura pudimos dispersar las ramas que nos estorbaban; al salir del bosque, nos topamos frente a frente con una niña. Era muy bonita. 
-¿Eh? ¿Quienes son ustedes?—oí que dijo. 
-Ah, nosotros…bueno, somos… ehmm…--traté de buscar palabras buenas--, yo soy Yoko, y él es Shimamura, un samurai experto. Nos quedamos sin lugar a donde ir cuando nuestro doyo se destruyó en un incendio. 
-Eso es cierto…—metió baza Shimamura--, mucha gente quedó atrapada en el fuego. 
La niña se nos quedó viendo con cara de asombro. No sabía a qué doyo nos referíamos. 
-Bien, ¿oye te vas a quedar ahí parada sin hacer nada?—farfulló él--, ¿No ves que no tenemos donde quedarnos? por qué no vas y le hablas al dueño de este doyo y le dices que si nos da unas habitaciones, ¿eh? 
-¡Shimamura! ¡No ves que la asustas!—le dije—. Ay, disculpa…es que lo que pasa es que el se altera mucho…debido a su poca paciencia. 
-¡Feh!—farfulló Shimamura. 
-¿Qué es lo que pasa, Sonaki?—dijo una voz muy parecida a la de Ukyou. 
-¡Señorita Ukai!—resopló la niña.
Shimamura, al oír ese nombre, giró su rostro a donde esa mujer que tenía un gran parecido a Ukyou. Quedó quieto por un instante. Yo me desesperé y le hablé de mi manera que ya era usual. 
-¡Shimamura! ¿Pero que es lo que te sucede, eh? 
Le pasé mi mano de arriba a abajo en frente del rostro a Shimamura, para que por lo menos me prestara atención a lo que le estaba diciendo. Pero fue en vano. Seguía viendo a esa geisha. 
-Mi Ukyou… estás viva… ¡por Dios! 
Corrió hasta donde esa señorita y le plantó un gran abrazo. 
-Mi Ukyou… ¿cómo fue que lograste sobrevivir?… Ukyou…—susurró. 
Creí haber escuchado un raro murmullo de parte de la chica hacia él. Creo que decía así: 
-Shima… ¡Ehmm! 
La mujer se soltó de Shimamura bruscamente y le pegó una cachetada. Debió haberle dolido. Se lo merece por atrevido. 
-Pero…Ukyou… qué diablos te pasa… 
-Disculpe, joven, pero creo que está equivocado. Yo no soy la mujer esa que usted dice. Mi nombre es Ukai, Ukai Sorimachi, la geisha principal de este doyo, el doyo Aebo. 
Shimamura bajó la cabeza en señal de depresión. Me preocupé porque el estaba tan feliz de pensar de que Ukai era la señorita Ukyou. Pobre de él. 
-Shimamura… ¿te sientes bien?—pregunté con voz apagada. 
-Tarde o temprano me tenía que dar cuenta. Ella no es Ukyou, pero es idéntica—suspiró. 
La jovencita que me cayó bien, se dirigió a nosotros nuevamente. 
-Joven, el señor Kinomoto les ofrecerá posada en este doyo. A usted también, señorita Yoko. 
-¿Kinomoto? ¿Quién demonios es ese tipo?—preguntó Shimamura despectivamente. 
-Ese señor debe ser el que manda en este doyo. ¿No es así?—dije. 
La niña de nombre Sonaki, nos miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Me pareció simpática, ya que por lo visto a pesar de las palabras de Shimamura, le caímos bien. 
-Vengan por aquí. 
La señorita Ukai nos dirigía por los pasillos en los adentros del doyo Aebo. Yo me preguntaba, si este doyo le pertenecía a ese señor de apellido Kinomoto, ¿por qué entonces no le puso su apellido al doyo? 
-Te preguntarás por que el doyo tiene el apellido Aebo, ¿no es así?—dijo Ukai. 
Me di cuenta entonces de que Ukai me leyó los pensamientos. ¿Acaso me estaría escuchando? Me miraba fijamente y noté que Shimamura estaba hablando tranquilamente con Sonaki un poco más adelante que nosotras. 
-Sí…eso era justamente lo que quería preguntarle… señorita Ukai. 
-Bien, el señor Kinomoto le quiso poner al doyo el apellido de su madre: Yukitari Aebo, es decir, le puso su segundo apellido, ¿entiendes? 
-Sí, creo entender—dije nerviosamente. 
Así que le puso al doyo su segundo apellido. ¡Pero que original! nunca se me hubiera ocurrido. Ese señor sí que sabe de nombres para doyos. 
A fin de cuentas, Shimamura se acercó a la conversación de nosotras y se hizo el preocupado. 
Ukai, con una sonrisa hipócrita nos iba diciendo qué era tal cosa. 
-Por aquí quedan las piezas donde duermen los samuráis que vienen a proteger el doyo. 
-¿Samuráis que protegen un doyo? ¡Por Dios!—musitó Shimamura. 
-¿Por qué vienen a proteger el lugar, señorita Ukai?—pregunté. 
Mi curiosidad despertó en el momento menos esperado del día. Quería saberlo todo acerca de este doyo. 
-Últimamente, un gran número de ninjas bandidos andan atacando los doyos que sostienen a geishas—empezó a decir Ukai—. Esto despierta aun más el deseo del poder del jefe de esa banda de ladrones…quieren apoderarse del lugar y de las mujeres que aquí están protegidas por los samuráis. Es por eso que hay un sector para samuráis y otro para las geishas. 
Shimamura escuchó con atención ese relato, ya que le interesó proteger a la señorita Ukai. Típico. 
-Así que ninjas bandidos atacando. Lo sabía—dijo. 
Giró el rostro al mío y me miró con seguridad. Leí su mirada. Quiso decir que los ninjas que atacan estos doyos de geishas son los mismos con los que nos topamos en el bosque. 
-Bien, Yoko y yo nos quedaremos aquí—dijo Shimamura con seriedad--. Yo sé usar muy bien mi espada, así que ayudaré a proteger este lugar de esos bandidos. Tengo experiencia ya que nos sorprendieron en el bosque. No te preocupes más, Ukai. 
La señorita Ukai se puso de pie (ya que nos habíamos sentado en una gradilla de por allí…) e hizo que nosotros también nos pusiéramos de pie. Me refiero, nada más a Shimamura y a mí, ya que Sonaki se había ido. No se a donde iría, y eso que yo quería seguir hablando con ella. 
Shimamura se dirigió a donde supuestamente iría a dormir. Yo hice lo mismo, aunque no quería estar lejos de él. 
-Oye Yoko… mira. La señorita Ukai te trajo kimonos nuevos y limpios. Me mandó preguntarte que de qué trabajabas en tu antiguo doyo. 
Era Sonaki. Creo que ya comenzó a caerme bien. Era la primera vez (o la segunda, no lo sé) que me sentía tan a gusto con una niña. 
-Oh bien, gracias, Sonaki. Yo trabajaba como servidora de sake. Si quiere, que me deje ese mismo empleo. Le estaré muy agradecida. Dile eso. 
-Está bien, señorita Yoko. 
Sonaki salió y yo quise esperarla ya que me traería la respuesta de Ukai. 
Decidí probarme los kimonos nuevos, los cuales olían muy bien. Me medí uno rosa que tenía unas hermosas flores, rosas también. 
Y luego salí para la habitación de Shimamura. En el trayecto, me topé con un joven samurai. Era de la estatura de Shimamura, pero, se veía más alegre que él. 
Me choqué con él y sin embargo, no me gritó como lo haría cualquier otro hombre. 
-¡Oh!—gimió. 
-Ay, lo siento mucho, no fue mi inten… 
Me quedé en silencio por un instante, observando el rostro de aquel muchacho: tenía el cabello recogido en una cinta, parecía tener el cabello más corto que el de Shimamura. Mucho más lindo que él. Su rostro me hizo recordar al de Kuno. 
-Oh…Tú debes ser Yoko…de ti me habló Sonaki—dijo el muchacho. 
-¿Eh? ah, sí, ese es mi nombre. ¿Cuál es el tuyo?—pregunté. 
-Mi nombre es… 
No alcanzó a terminar ya que el odioso de Shimamura salió de su habitación y me observó de arriba abajo y luego fue que abrió su gran bocota. 
-Oye, Yoko, ¿pero qué haces con esa ropa?—me dijo. 
-¿Lo conoces?—preguntó el extraño. 
-Sí. Desafortunadamente me topé con él en mi doyo en llamas—le respondí. 
-Ah, ya veo.
Shimamura se acercó. Por lo visto, escuchó el comentario que le hice al joven, así que comenzó a farfullar. 
-¡Mira Yoko! Si no fuera por mí, ¡estarías en estos momentos tirada aún en el doyo quemado del cual salimos! Por lo menos agradece el haberte salvado. 
Sí que estaba enojado. Se le notaba en la cara; estaba seguro de que el joven que yo tenía al lado quería saber por qué peleábamos. 
Yo tenía mucha vergüenza. Qué habrá pensado aquel muchacho, ¿que soy una loca al andar con este tonto? ¿O talvez que más bien soy yo la tonta al andar con un samurai depravado? 
Nunca lo sabría. 
El joven intervino en nuestra discusión. 
-No es correcto que una muchacha tan joven como tú ande en estos pasos, quiero decir, que la señorita Yoko no tiene por qué pelear contigo, Shimamura. 
-Otro que se amaña a mi nombre. 
-Shimamura… tú sabes muy bien que yo le di tu nombre al joven…, eh, creo…, creo que todavía no le hemos dejado decir su nombre. 
-¿Qué? ¿Aún no ha dicho su nombre? ¡Ja! 
El joven samurai alzó su mano en señal de saludo. 
-Me llamo Akira. Akira Muroachi. Uno de los samuráis más jóvenes del doyo Aebo. Mucho gusto señorita Yoko, joven Shimamura. 
Shimamura, sin más preludio, abrió la boca. 
-Akira. Me gusta ese nombre. Bien, mucho gusto. 
-¿Eh? pero qué respetuoso es, joven Akira. Es más lindo que tú, Shimamura—farfullé. 
Shimamura se encolerizó y me apartó del joven Akira. Estaba iracundo, como siempre. 
-¡Espera un segundo! el que yo te trate como te trato, no significa que Akira sea más lindo que yo—gritó. 
-¡Claro que…! 
-Shimamura, señorita Yoko, no peleen más por favor. Les hace daño. 
El joven Akira se sentía pasivo en lo que decía; noté que siempre sonreía y que era demasiado joven, comparado con Shimamura. Era muy apuesto, digamos. Portaba la misma armadura que Shimamura, tenía un kimono azul oscuro. El color de la cinta que le amarraba el pelo era blanco. 
-El doyo se encuentra protegido por gran número de samuráis, jóvenes y maduros. Este lugar está repleto de geishas hermosas—confesó el joven Akira. 
-¿Geishas? Oh… ya veo. Oye Yoko, por cierto ¿y ahora de qué trabajarás aquí, eh?—musitó Shimamura. 
-Bueno…yo… justamente estaba esperando la respuesta de la señorita Ukai. Ella mandó a preguntarme con Sonaki que de qué trabajaba en mi antiguo doyo. Estoy precisamente esperándola. 
-¿Sonaki? ¿No es esa la niña con la que nos topamos al llegar a este doyo?—preguntó. 
-Si, Shimamura. Ella es. 
-¿Hablan de mi hermana? ¿La niña que trabaja de sirvienta aquí?—observó Akira. 
Me quedé en silencio. ¿El joven Akira y Sonaki son hermanos? no me lo esperaba… pero igual, apenas supe eso, noté el gran parecido que tenían Akira y Sonaki. Son igual de sonrientes. Y muy inteligentes… buenas personas. Amigables, claro. 
-¡Señorita Yoko!, ¡Señorita Yoko! 
Era Sonaki nuevamente. Supuse en ese instante que me iba a decir que fue lo que dijo la señorita Ukai. Por lo que vi en su cara sonriente, traía una muy buena noticia. 
-Yoko… ah… ah—empezó a decir--, la señorita Ukai estará encantada de que usted trabaje como servidora de sake para los samuráis. Tiene el trabajo, justo mañana comienza su jornada. La señorita Ukai ya le cogió mucha confianza. 
-¡Ah, qué bien! ¡Me dieron el trabajo! Gracias Sonaki—me alegré. 
Sonaki se apartó de nosotros y después yo me fui a donde estaban Akira y Shimamura. 
-Será mejor que me vaya a mi pieza. Yo usualmente tengo sueño en las tardes—dije. 
-Está bien—dijo Shimamura--. Yo también iré a dormir un poco. Oye, Akira, ¿por qué no me acompañas para que no te quedes solo, eh? 
-Claro que sí, Shimamura—respondió él. 
Observé en el rostro del joven Akira una extrema confianza en el loco de Shimamura. No me extrañaba, ya que a mi también Shimamura desde un principio me cayó bien, eso creo…
Bien, eso no es lo que importa ahora. Lo que hicimos luego fue irnos cada uno para nuestras habitaciones correspondientes. 
Sonaki se alejó…de nuevo. Otra vez quería seguir hablándole, pero nunca la encontraba. Siempre se me escapaba antes de que pudiera decirle algo. 
-Otra vez dejé que Sonaki se fuera, sin decirle nada. ¡Qué tonta soy! 
Pasó rato y yo me encontraba en el kotatsu* de mi pieza. Esa habitación era muy grande. 
Al otro lado del pasillo, se encontraba el baño, donde generalmente las geishas se bañan juntas, percatándose de que ningún samurai las espiara. 
-Qué tiempos aquellos…—me dije a mi misma. 
Estuve rememorando mi vida como sirvienta en el doyo Kohawa… recordando a mi amigo Kuno…a Futari… a mis familiares… al señor Shirokkata, el shogun del templo en ese entonces… en fin, un sin número de recuerdos que prontamente iban llegando a mi cabeza alborotadamente… 
Bien, creo que eso fue lo que yo estaba haciendo en ese momento cuando llegó a mi pieza el odioso de Shimamura. 
-Oye, Yoko… tengo mucha hambre. ¿Quieres acompañarme a la sala del comedor, para que por lo menos comamos algo?—me dijo. 
-Ay, Shimamura, qué haremos con tu apetito… bien, te acompañaré—le respondí. 
Salimos del sitio y estuvimos caminando por largos minutos por un pasillo que pareciera que nunca se iría a terminar. 
-Oye, Shimamura… ¿no se te hace extraño que este pasillo sea tan largo?—pregunté instintivamente. 
-Oh, por favor, Yoko, todo el mundo sabe que los doyos de geishas tienden a tener un pasillo tan largo como éste para que los samuráis y las geishas se diviertan. Imposible que no sepas eso ya que tu eras una de esas mujeres… 
-¡Shimamura, cuantas veces te tengo que decir que yo no soy geisha! ¡Tan sólo era la que servía el alcohol de arroz! y además, con respecto a lo del pasillo, a mí nunca me dijeron semejante información. Así que no tienes por qué criticar si no sabes. 
-Como quieras… Yoko. 
No se alteró como usualmente lo hace cuando le alzo la voz…creo que Ukai habrá hecho un gran cambio radical en la personalidad de Shimamura. Él no suele ser así. 
Finalmente, llegamos al comedor. Era miércoles, así que el shogun del templo no estaría acompañándonos en el almuerzo. Tan sólo estaba Ukai y Sonaki, que estaba arreglando la mesa. 
También estaban unos cuántos samuráis que generalmente se encuentran al lado de la geisha principal; en este caso, la señorita Ukai. 
-Ukyou... ¡quiero decir! Ukai, ehhmm… 
-Ay Shimamura… 
Tengo que ser franca: me daba mucha rabia que Shimamura se idiotizara de esa forma tan extraña en frente de Ukai. En verdad, se veía patético. Me chocaba que los hombres todavía se idiotizaran con sólo ver unas piernas bonitas y unos buenos pechos, por Dios. 
-Siéntense por favor—dijo Ukai. 
-Gracias—dije, claro, con desdén. 
Sonaki se sentó al lado mío. Creo que al fin podré hablar con ella por lo menos por unos instantes, después de todo. El joven Akira llegó un poco después al sitio. 
-Ehhmm... ¿me he perdido de algo en especial? 
-No claro que no, joven Akira…tome asiento, por favor. 
-Gracias, señorita Ukai. 
La señorita Ukai se mostró un tanto amigable en frente del joven Akira, el cual se encontraba muy sonriente... como ya era costumbre. 
Shimamura estaba al otro lado de la mesa. Ukai le pasó un poco de teriyaki el cual se lo iría a comer Shimamura. Él lo aceptó con el más sincero agrado, lo cual me inspiró un poco de rabia. Ay, pero que sinvergüenza ese, ¿no? 
-Aquí tiene, joven Shimamura.
-Gracias, Ukai. Que amable de tu parte. 
El comedor, como lo dije anteriormente, se encontraba repleto de samuráis y de unas cuántas jovencitas. Una de ellas parecía una de las más jóvenes, miraba mucho al joven Akira; se podría decir que le gustaba su manera de sonreír tan especial. Me refiero a la del joven Akira, claro está. 
Todos los samuráis estaban entretenidos coqueteando a las geishas jóvenes; incluyendo a Shimamura, sólo que éste no estaba coqueteando, sino que estaba bien concentrado comiéndose su teriyaki. Típico incontrolable apetito de un samurai. 
Sonaki se levantó del asiento y se dirigió con paso sigiloso hasta donde se encontraba Ukai. 
-Sonaki se va otra vez y me deja hablando sola-- Dije para mis adentros. 
Ukai mira en la dirección en que se le acerca Sonaki y ve que trae un poco de sushi. 
-Señorita Ukai, el señor Kinomoto quiere que sirvamos de este platillo un poco en esta mesa. 
-De acuerdo, Sonaki. Ve a decirle al señor Shizo que haremos lo que dijo. 
Yo sólo miraba de lejos la sigilosa conversación que tenían la señorita Ukai y Sonaki. 
Luego, Sonaki se acercó a donde yo me encontraba. Yo la tomé del brazo y le susurré. 
-Oye, Sonaki, cuando se supone que tendrás tiempo para que puedas hablar conmigo, ¿eh? 
-Yoko, es que justo ahora tengo que llevarle al señor Shizo lo me que dijo la señorita Ukai. 
-¿El señor Shizo? ¿Quién es ese? 
-Después te digo. En este momento tengo que ir a donde el señor Kinomoto, ya te dije, Yoko. 
Sonaki se soltó de mi mano bruscamente y después me sonrió. Se alejó y en ese día no la volví a ver. 
Shimamura paró de comer y se levantó. Ya un gran número de personas se había retirado del sitio. Shimamura se dirigió a donde me encontraba yo y me levantó. 
-Bien, Yoko. Ya llenamos el estómago así que ya nos podemos ir. 
-Oye, ¡espera un segundo! 
Noté que no toqué mi teriyaki. No había comido nada. Tenía las carnes con salsa de soya, ya frías. Ya me dio hambre, señores, de sólo acordarme de ese exquisito teriyaki que dejé en esa mesa. En que estaba pensando, por Dios. El pollo un poco salado tenía la salsa regada, ya que jugué con mis palitos. Pero me di cuenta de que aún estaba tomada del brazo de Shimamura y que ya no tenía hambre. 
-Oye… ya no tengo hambre. Bien, Shimamura creo que me iré a mi habitación. ¿Me acompañas? 
-Pues claro. Ya vámonos de aquí. En este lugar ya no hay nadie. 
Apenas Shimamura dijo eso, me percaté que en el comedor sólo nos encontrábamos Shimamura y yo. La sala estaba vacía. 
-Oye, Yoko... ¿te vas a quedar allí parada? ¡Ya vámonos! 
-¿Eh? ah, si, vámonos ya. 
Shimamura y yo salimos del comedor y nos dirigimos a mi habitación. Sé que fui yo la que hizo que Shimamura me acompañara. Lo sé muy bien, pero de todas formas yo no le obligué a que viniera conmigo. Shimamura lo hizo por su propia cuenta. 
-Yoko, bien quédate en tu pieza... yo estaré vigilando aquí afuera. 
-Pero Shimamura... Ya es de noche. Será mejor que te vayas ya para tu habitación tú también. 
-Qué más da. Al fin y al cabo, El tal Kinomoto va a pasar por aquí. Va a vigilar si es que los samuráis como yo estamos aquí vigilando las puertas de geishas. Ah, Yoko, y no es que me refiera a ti como una de ellas—dijo negando con el dedo--, tan sólo quiero estar aquí para protegerte. 
-Shimamura… 
Shimamura está allí sentado para poder protegerme... el único que se atrevería a hacer eso por mi sería mi amigo Kuno, pero, en estos momentos, el no está aquí. A Shimamura yo le intereso…, oh cielos… ¿y para remate también quiere protegerme? La verdad no entiendo absolutamente nada. 
Creo que en ese momento me ruboricé.
Para ser francos, él estaba junto a mí precisamente para protegerme. Eso creo que sonó muy bien. Shimamura es… como decirlo, ¿encantador? No creo, pero tal vez acogedor. Si, definitivamente esa es la palabra. 
Bien… en ese momento yo tenía un kimono rosado que caía hasta el suelo. Me quedaba ancho, claro está. No se me veían las manos por las mangas exageradamente anchas… gracias a Dios que hacia un poco de frío. 

Bueno… creo que llegó el momento de describir lo que hacía yo en ese momento. Está bien; no soy de esas mujeres que siempre tienen algo que decir frente a un gran número de personas… ¡no señor! Sólo soy una niña sencilla. Como toda servidora de sake… humilde, trabajadora… Ay, pero que digo. En fin, Estaba sentada sobre la cama cuando a mi puerta llamó una dulce voz. 
-¿Se encuentra allí, señorita Yoko? 
-¿Eh? Ah, adelante… 
Descubrí entonces que era una mujer muy hermosa que probablemente sería geisha. Vestía un kimono blanco largo, casi igual al mío, sólo que mi vestido era rosa. 
-Supongo que no me he presentado. Mi nombre es Keiko Sakagura, una de las geishas más bellas de este doyo Aebo—dijo cogiéndose el cabello con la mano—. Mucho gusto. 
Luego, extendió su brazo y me abrió su mano, en señal de cortesía. Yo, como si nada, le seguí el juego y le tendí mi mano. Era muy bonita, la verdad. Tenía el pelo negro muy largo… comparado con mi cabello, hasta se podría decir que estoy quedándome calva. Creo que estoy exagerando. La verdad tengo el cabello hasta los hombros y el copete lo tengo algo separado. No es que yo sea copia de todas las mujeres aquí, sino que me gusta verme así por que me siento bien. Nada más. En cambio, Keiko tenía el pelo parejo y el flequillo lo tenía todo abultado en la frente. Se le veía bien. Yo, por otro lado, tenía el pelo casi en capas, ya que yo era muy arbitraria de pequeña y me cortaba el cabello. 
-¿Yoko? 
Se dirigió a mí con preocupación. Creo que pensó que me había quedado paralizada o algo parecido. 
Ligeramente acudí a su llamado. 
-¿Eh? Ah, lo siento…, es que me quedé pensativa por unos instantes. Es todo. 
-Sí, se nota demasiado. Me asustaste. 
Me quedé hablando lo más de bien con Keiko que me puse a pensar en mi amiga Futari… era casi igual a Keiko… idéntica, sólo que Futari tenía siempre puesta una cola de caballo. Era más bonita que yo, se podría decir así. 
-¿Viniste sola a este doyo, Yoko?—me preguntó. 
-No, no vine sola. Me acompaña un muchacho… Shimamura. Así se llama. Él también es samurai y se quedó aquí, conmigo—respondí. 
-Ah, ya veo. ¿Shimamura, eh? 
-Sí, así es. 
Plácidamente me quedé conversando con ella que casi no noté que se escuchaban murmullos en el pasillo. 
Después de un rato, los murmullos se hicieron fuertes y Keiko y yo los sentimos. Entreabrimos la puerta y encontramos a un hombre maduro y muy robusto, (casi las mismas características del antiguo shogun del doyo Kohawa), y a un supuesto ninja, muy joven por cierto. 
Escuchamos algo de su conversación. 
-Señor Kinomoto, la bandada de ninjas esta preparada para el ataque. Cuando usted mande—dijo el enmascarado. 
-Está bien, yo les avisaré en cuanto pueda. Esperen mi señal y estén listos—dijo el otro hombre. 
-Sí. 
El ninja se fugó tan rápido como el viento. El señor, creí en ese instante que era el señor Kinomoto, lo siguió con la mirada. 
Luego nos sintió y giró raudo el rostro hacia nosotras. 
-¿Quién está allí?—musitó. 
Salimos enseguida e hicimos una reverencia. Keiko sí que estaba asustada. Pensaba que el señor Shizo nos castigaría por espiar conversaciones privadas. 
En ese momento hablé.
-Señor Kinomoto, excúsenos por favor. No quisimos espiar su conversación. Discúlpenos. 
-Si, lo sentimos de verdad… por favor… tenga misericordia—dijo Keiko, nerviosa. 
Keiko se notaba muy preocupada. Exageradamente preocupada para ser francos. Hasta le temblaban las manos. 
El señor Kinomoto sólo nos miraba son súbita frescura, como si nada hubiera pasado. 
Nos veía con sutileza y se dedicó a contemplarme de pies a cabeza. Yo me sentía de lo más insegura. 
En ese momento, abrió la boca. 
-Sé que lo sienten… y no les voy a hacer nada. Está bien, sólo era un ninja de por aquí que lo contraté para que ayudara a proteger el doyo de los bandidos. No fue confidencial la información de ésta clase. Ya pueden retirarse. 
Se veía firme en su tono de voz. Era robusto y muy alto, comparado con todos los hombres que conozco. No tenía armadura ya que no era samurai, bueno, eso fue lo que pensé. 
El señor Kinomoto vestía un kimono de camisa blanca y pantalón azul turquí. Tenía el pelo color negro atado a una cola alta, le quedaba muy bien. Se veía atractivo. 
-Ay, menos mal que no nos hizo nada. Ese hombre es capaz de todo, hasta de matar a una persona. 
-¿En serio, Keiko? Vaya, qué calidad…—dije sarcásticamente, lo que hizo elevar el susto de Keiko. 
-Sí, yo siempre trato de serle útil y de su agrado… para no ser sancionada, o castigada vilmente… hay que ser cuidadosas en este doyo, ¿sabes?—dijo ella. 
-Sí, ya me di cuenta… es notorio, si le agradamos al señor Shizo, seremos de confianza para él. Como aquel ninja. 
-Yo no sé, Yoko… a mí me parece raro—dijo mirando a todos lados--. Quiero decir, lo que hizo el señor Kinomoto… ¿por qué tendría que contratar a un ninja y unos más para que protegiesen el doyo? ¿Acaso no son suficientes los samuráis que hay aquí? No entiendo… 
-Ay, no tienes por qué preocuparte de esa manera… se supone que el debe preocuparse por lo que le pase al doyo. No es para alarmarse, Ya verás que el señor Shizo nos saldrá con algo positivo en frente de los ninjas agresores. Vas a ver—dije. 
Traté de calmar un poco a Keiko para que dejara de preocuparse de esa manera. Le dije que eso le hacía daño. Le prometí que no iba a dejarla sola en esos momentos de angustia, en los cuales yo también estaba preocupada. Pero no tanto.




*Kotatsu: especie de mesa de estar japonés con sábanas en el interior.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario