sábado, 21 de abril de 2018

Eché una mirada al pasado simplemente: 5

Era de noche así que decidí quedarme en mi pieza.
Hacía bastante frío del que mi grueso kimono pudiera soportar. Estaba tan ocupada observando la composición del techo de la habitación que ni siquiera me di cuenta de que Shimamura había entrado a la pieza. Quién sabe para qué.
-Oye, Yoko… ¿estás despierta?—susurró.
-¿Eh? ¿Eres tú, Shimamura?, sí, estoy despierta—musité.
-Ah. Bien, sólo quería percatarme de que estuvieras bien. No más.
-Bueno, pues, gracias por la preocupación.
Ambos nos quedamos en silencio. A mi me perturba mucho el silencio, ¿saben?
Luego de unos cortos instantes, habló de nuevo.
-Bien, yo no vine a quedarme callado contigo, Yoko.
-Entonces habla, di algo, no te quedes callado. El silencio me perturba.
-¿Qué? ¿El silencio qué?
Ya me estaba colmando la paciencia. Estaba sordo o qué.
-Oye, Yoko… repíteme… el silencio qué—insistió.
-Ah, bueno, eso. ¡Que el silencio me perturba!
En esas palabras alcé la voz para que no le quedara ninguna duda. Él me miraba con cara de indignación, levantando una ceja.

-Oye, no tenías por qué… gritarme de esa forma, Yoko.
Noté entonces que en su acento había tristeza. Quise preguntarle, pero no me atreví.
-Yoko…—susurró.
-¿Dime?
-¿Sabes algo? Eres la única persona en toda mi vida que me ha gritado… bueno, no desde que era niño, claro.
-Ay, Shimamura… en verdad lo… ¡Pero que estoy diciendo! Yo no te he gritado. Sólo alcé la voz para que pudieras escuchar, niño sordo.
-Sí, claro.
Con esas mismas, se marchó y dejó la puerta un tanto abierta. Yo, como soy muy curiosa, decidí mirar un rato afuera… a ver que pasaba.

Pasó rato, y ni moscas vi.
Luego, vi que unos arbustos se movieron. Enseguida cerré la puerta y caí en el suelo, asustada claro.
Después, no sentí más nada. Supuse que de pronto podía ser un animal del bosque, nada más. ¿Qué más podría ser?

Rodé mi puerta y salí despacio. Evité unas cuantas rocas pequeñas que había en el pasillo y salí al suelo arcilloso.
Mis pasos no los sentiría ni el señor Shizo, que quién sabe a donde habría ido. Seguí tan silenciosa como iba y el mismo arbusto se volvió a mover. Caí al suelo de espaldas y esperé. No, no pasó nada, así que me dirigí hacia el arbusto. Sorpresa.
Me di cuenta entonces de que era un ninja. Éste, apenas me vio, se puso de pie e hizo posición de ataque. Yo sólo retrocedía asustada mirando a los ojos a ese sujeto. Tenía muchísimo miedo como para correr despavorida. Entonces el ninja se dirigía a donde me encontraba. Yo, con miedo por delante, negaba con la cabeza, lo que hacía que el ninja dijera sí con la cabeza. Empezó a hablar.
-Tranquila… tranquila que no te va a pasar nada. Tú sólo quédate quieta. Si lo haces, no te haré daño, preciosidad…
-¡Déjeme en paz!—dije, dándole una fuerte palmada en el pecho.
Dicho esto, salí corriendo, pero, como en un abrir y cerrar de ojos, el ninja me agarró del brazo, diciéndome al oído.
-Te dije que te quedaras quieta…no me gustan las mujeres desobedientes, ¿sabes? Vamos… no te lastimaré… ¿Eres geisha, verdad belleza?
Me quedé inmóvil por unos minutos. Luego ese sujeto se acercó a mí, me apretó y me fue tocando los muslos, a la vez que me abría el largo kimono que tenía.
-No me has respondido, corazón… ¿eres geisha, si o no?
Me quitó la ropa en cuestión de segundos, lo cual me causaba mucho estremecimiento.
El acento de aquel hombre fue poniéndose un poco más fuerte, porque no le respondía.
-Suélteme… por favor… déjeme en paz…—le rogué—, yo no soy geisha…
-Muñeca… eres muy bella, ¿sabes? Ay, pero que piernas…
El ninja, que supuse yo, era agresor, me estaba oliendo el cuello… recuerdo que decía muchas morbosidades que sólo un ninja podría decir. Quería apretujarle el cuello y arrancarle a mordiscos los cachetes y matarlo aquí mismo. Pero fue en vano. Cerré fuerte los ojos mientras ese tipo se movía contra mi pelvis.
-Qué buena estás… preciosidad…—siguió diciendo.
El tipo no dejaba de decir cuán “buena” estaba y demás vulgaridades… las cuales hacían que me sintiera mal. Estaba a punto de llorar.
Al rato sentí que una puerta es abrió. Rogué al cielo que fuera la de Shimamura.
¡Bingo!, sí era Shimamura el que había abierto la puerta.
Para sorpresa de él, me encontró en los brazos de ese ninja, el cual cada vez se movía más rápido sobre mí. Sin pensarlo dos veces me arrancó de los brazos de aquel hombre y le dio un puñetazo. Creí en ese momento que le había partido el pómulo.
-¡CRETINO! ¡No la vuelvas a tocar! ¿ME ESCUCHASTE?—gritó Shimamura.
El ninja cayó al suelo, tomó sus armas las cuales estaban tiradas en el suelo, y con esas mismas se largó.
Yo estaba con las lágrimas en las esquinas de los ojos. En eso Shimamura giró su rostro a donde mí y me agarró de los hombros.
-Yoko… Yoko… dime algo… ¿ese tipo logró…?
-No, gracias a Dios… no pasó a mayores.
Ni bien pudo terminar cuando le dije eso. Con respecto a cómo estaba en ese entonces, yo en eso estaba completa y absolutamente… desnuda.
Con mucho cuidado recogí mi kimono y lo llevé a mi cara. Estaba a punto de llorar, pero, no quería que él me viera.
-Ay, Shimamura… tuve mucho miedo…—dije con un nudo en la garganta.
-Yoko… ya pasó…—dijo tratando de consolarme.
Eché a llorar mientras él me tomaba en sus brazos. Maldije a ese ninja como nunca maldije a nadie. Mientras más pensaba en él, más lágrimas me salían en el hombro de Shimamura.
-Yoko, te voy a prometer algo… pero no en este lugar—susurró.
-¿Qué es lo que dices, Shimamura? Prometerme… ¿qué?—pregunté con curiosidad.
No me respondió. Me llevó agarrada del brazo hasta el lago que había cerca del doyo.
Ya estando ahí, me agarró de la cintura y comenzó a hablar en tono suave y a la vez firme.
-Mira, Yoko… yo siempre voy a estar contigo. Pase lo que pase, siempre voy a cuidarte y protegerte. ¿Está claro?
-Shimamura…
Antes de que dijera algo, eché a llorar de nuevo y Shimamura sólo me refugió en sus brazos. Me sonrojé al sentir un cálido beso de él en mi cuero cabelludo, pero igual seguía llorando. No sé exactamente por qué fue que lloré otra vez, si fue lo del ninja o por el simple hecho de que él me abrazó. Lo único que supe en ese instante fue que no quería estar sola y con la persona que quería estar en esos momentos no sería con otra que con Shimamura.
Ese abrazo sí que me turbó de ahí en adelante…



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