Pues sí, sí vi que Shimamura cumplió lo que me prometió y veo que después de eso me protegió en los momentos mas necesitados. Siempre estuvo conmigo, hasta cuando casi fui secuestrada por unos bandidos.
Bueno, señores, ya voy para esa parte.
Una tarde como todas, me encontraba yo sentada tomando té en la mesa principal del doyo. Me sentía un poco mejor después de lo ocurrido anoche.
Bien, yo estaba sola hasta que llegó el joven Akira. Sonriente como siempre.
-Oh, señorita Yoko, no sabía que estaba aquí. ¿Quiere estar sola o más bien le hago compañía?—empezó a decir.
-Ay joven Akira, no. Pues, la verdad no quiero estar sola. Siéntese y me acompaña—dije con sutileza.
-Muchas gracias.
-¿Gustas una taza de té?
-No, no, más tarde. Ahora no, gracias—dijo negando con las manos.
-Bien.
El joven Akira era muy callado y además siempre mostraba su cálida sonrisa en señal de paz interna. Pero una nunca sabe si la persona guarda secretos o cosas confidenciales. Si fuera así, Akira es una persona digna de admirar.
-¿Y el joven Shimamura?—pregunté.
-No, no sé, no lo he visto en toda la mañana ni ahora en la tarde—me respondió frunciendo el entrecejo--. Debe estar afuera.
-¿Eh?
¿Shimamura afuera? Por Dios, pero que suposición tan mala. Nunca me hubiera imaginado que a Shimamura le gustara salir de vez en cuando. Es como raro, ya que estoy acostumbrada a ver a Shimamura allí sentado en el escalón que sale para el suelo arcilloso. De repente sentí como si el espectro de Shimamura estuviera ahí sentado, con su típica cara amarga, su mirada fría… en ese momento, me quedé desconectada de la realidad, lo cual creo que preocupó al joven Akira.
-¿Señorita Yoko? ¿Se encuentra usted bien?—oí que dijo.
-¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasó?
-Se quedó quieta. Eso me pareció raro. Por curiosidad, ¿En qué estaba pensando?
-¿Yo? Ay, no… nada. No es de importancia. Tú tranquilo… sólo que se me hacía raro que Shimamura saliera, ya que él casi no sale del doyo, claro… quiere quedarse para ver a Ukyou… ¡Quiero decir! Ukai… sí.
-Sí, claro, como diga, señorita Yoko.
Me quedé en silencio. Akira después no preguntó más nada por Shimamura… eso me pareció excelente ya que no quería hablar de él, verdaderamente. Después de un rato, el joven Akira se fue y otra vez quedé sola, como siempre.
Pasó rato… rato… rato…
No vi que nadie pasaba ni siquiera vi que Shimamura se acerco por aquí. De pronto debe estar por las aldeas vecinas. Estuve vacilando unos instantes y me decidí por salir a buscar a Shimamura.
Pasé por medio corredor y me dirigí a una supuesta salida que indicaba al bosque. Yo tenía puesto mi común kimono blanco, corto para rematar, y ya me había quitado ese pañuelo blanco que usualmente me pongo para ayudarle a limpiar a Sonaki.
Salí y me topé con el pequeño bosque que comunicaba el doyo con las demás aldeas vecinas. Tropecé con varias ramas juntas que había por el lugar y luego salí del espeso bosque.
Al salir, caminé mucho, y en una roca se encontraba Shimamura sentado.
Me le acerqué… no me sintió porque ni siquiera volteó a mirarme. Le toqué el hombro, y así sí se movió. Medio sacó su espada. Como que lo asusté mucho, señores.
-Oye, no me vuelvas a asustar de esa manera. ¿Entendiste?—farfulló.
-Ah, bueno, pero no tenías por que alarmarte así, Shimamura—le expliqué.
-Sí, claro.
-Qué, ¿es que acaso no aceptas mi consejo de no alarmarte?
-Ni siquiera sabía que eso era un consejo. ¿Por qué reclamas?
-No estoy reclamando, sólo te estoy diciendo que…
-Bueno, ya. No es para tanto.
-¡Por qué me interrumpes!
-¡No te estoy interrumpiendo! ¡No es para que me grites de esa manera!
-¡Pero si te quiero gritar! ¡Es mi boca, no la tuya!
-¡Ay, ya lárgate! ¡YA ME HARTASTE! ¡LÁRGATE!
-¡PERO NO ME QUIERO IR! ¡AH, COMO TE QUEDÓ EL OJO!
-¡LAR-GA-TE!
Con esas mismas me fui. No soportaba las palabras de Shimamura retumbando sobre mí… ay, qué coraje.
Igual, no lo soportaba. Así que me fui. Shimamura, lo admito, muy atractivo, pero a la hora de pelear se ponía recio. No me dejaba hablar ese muchacho. Qué desespero tenía yo al frente de él, pero sin embargo, conservé mi firmeza, ya que me acordé del consejo que el joven Akira: no pelear tanto y dejar arreglar las cosas por medio del diálogo.
Shimamura me tiene desconcertada; primero, me hace una promesa en medio de una noche estrellada y para terminar con broche de oro, me abrigó durante toda la noche con un cálido abrazo. Luego, me grita en frente de la multitud y me rechaza, cuando ya me había dicho que nunca me dejaría sola. No lo puedo creer. Es un loco de atar. Pero aún así, usualmente no puedo dejar de pensar en él… es como si me gustara. ¡Soy loca o qué! ¿Qué me está pasando? Yo generalmente no digo esas cosas… A mi Shimamura no me puede gustar. Sería como amar al mismo diablo.
Y bien, con todos estos pensamientos me fui hasta algo que creí que era una supuesta silla. Tenía mucho sueño, así que me recosté en cima de aquel supuesto sillón.
-Ay, qué sueño tengo. Dormiré aquí. Por lo menos no estoy cerca de Shimamura—me dije.
Y con esas mismas me dormí.
Quién sabe si Shimamura se percató de que yo estaba recostada. Lo que si sé es que sentí varias veces mi nombre… sentía que mi nombre lo decían repetidamente. Por un momento se me ocurrió que podía ser Shimamura, al verme acostada, se pudo haber alterado… es un envidioso. No me puede ver acostada por que enseguida me necesita. Pero igual, seguí durmiendo, y es más, me acomodé de manera que no le di la cara al suelo arcilloso.
Después de un rato, me desperté. Noté que me encontraba en otro sitio que, obviamente no era la aldea. Era un lugar encerrado, que más bien parecía una celda. Me preocupé durante un instante así que me recosté otra vez. Tal vez así, pueda regresar de donde vine.
Pero mis fantasías de niña pequeña fueron en vano. No salí de ese lugar ni siquiera volviéndome a dormir.
Me paré y grité como una loca desesperada, que más bien parecía mujer con dolores de parto. Qué estupidez.
-¿Hay alguien ahí? ¿Alguien? Por favor, ¡que alguien responda!
No respondieron. Eso elevó mi preocupación. Me sentía como si me hubieran secuestrado. Tan mal me sentía que hasta se me bajó la presión… claro del susto, obviamente.
-Ay, Dios… no me debí haber quedado dormida en ese sitio. Quién sabe que cosas malas me pueden hacer aquí…
Me preocupé cada vez más… me sentía tan sola. En ese momento quería que Shimamura estuviera conmigo; hasta creí ver su silueta acercándose a mi celda. Pero no, fue otro hombre el que se acercó aquel momento.
-Vaya, vaya, si una mujercita se vino con nosotros—me dijo.
Me di cuenta entonces de que era ninja. Me asusté al pensar que podría ser agresor, que como ya dije, atacan a doncellas y doyos cercanos repletos de geishas. Me alteré por un instante… vi que ese hombre se alejaba. Esto hizo que me alterara cada vez más.
-¡Oiga! ¡No me deje aquí! ¡Sáqueme por favor!
No me respondió. Igual, y en vano, yo seguía gritando locamente. Me asusté, pero aún así no me di por vencida. Buscaba qué hacer en ese encierro total y tan oscuro en el que me tenían. Quién sabe que pretendían hacer conmigo esos tipejos, pero igual… quería que Shimamura me rescatara. En ese momento me sentí más lejana de él que de costumbre; como si lo necesitara demasiado. Obviamente, lo necesitaba ya que me encontraba secuestrada. Y, si señores, como que Dios escuchó mis plegarias; Shimamura, en un abrir y cerrar de ojos, llegó al lugar donde me encontraba.
Le di gracias al cielo… sentí un alivio inmenso al saber que se trataba del hombre que amo ¡PERDÓN! Shimamura… si, eso iba a decir. No mal piensen, señores, no, por favor.
-¡Yoko! ¿Estás bien? ¿No te han hecho nada?—resopló él.
-No, gracias a Dios que no me han hecho nada… ay, Shimamura. Estaba muy asustada… gracias por venir… a pesar de que te grité…
-No es el momento ni el lugar para hablar de esas cosas ahora, Yoko, más bien, ayúdame a romper estas celdas… con mi espada.
En ese momento, Shimamura se apoyó de su espada y comenzó a jalar de adentro hacia fuera. Me aliviaba que estuviera haciendo algo en beneficio mío… Es más, me estaba protegiendo, como lo prometió esa noche.
Bueno, no es momento de contar cosas personales. En fin, ¿en qué estaba? Ah, sí… Bien. Shimamura se encontraba… rompiendo las duras celdas que me atrapaban en ese encierro. Me calmaba diciéndome que… pues… ¡que no me desesperara!
-Oye, Yoko… ah, en un santiamén te sacaré de esta pocilga… ¿me escuchaste?
-Sí, eso me quedó bien claro, Shimamura… pero sácame de aquí de prisa. ¡Oh no! ¡Ahí viene ese hombre! ¡Y para rematar es ninja!
En ese momento Shimamura se alteró pero igual se puso en contra del ninja. Éste, sin marcha atrás, también se puso en guardia. Shimamura, al ver lo que hacía ese hombre, no hizo más que pegarle fuerte en la barbilla. El ninja quedó paralizado, allí en el suelo, como en shock, pero igual, después de un instante, quedó inconsciente.
Por un momento creí que Shimamura había matado a aquel hombre… Me asusté un poco, pero confié en las palabras que me dijo él después de un tiempo.
-Tranquila, Yoko, sólo quedó inconsciente. No lo maté. Es más, ¿no viste acaso como se movía allí en el suelo?
-Pues… sí lo vi, pero, me preocupé de que te trataran de asesino… ¿entiendes?
-Bueno, ya eso sería otra cosa… primero que todo, él y otras personas más fueron los que te secuestraron, y yo le di una buena paliza. Lo hice en legítima defensa. Bien, ya te expliqué así que no tienes de qué preocuparte. Tú conmigo estás a salvo, ¿entiendes?
-Bueno, así pues sí… eso creo.
Me quedé en silencio. Íbamos caminando, cuando se nos presentaron al frente varios hombres vestidos de negro… que también parecían ninjas agresores.
-Oh, Dios, son ellos de nuevo…, Bien creo que quieren lo mismo que le pasó a su amigo, ¿no es así?
Nadie le respondió…, me asusté. Yo tenía miedo…, lo noté. Él sacó su espada… me preocupé (oye, ¡rima!). Ni siquiera me di cuenta cuando saltó de mi lado para ponerse en contra de los agresores.
Sí, señores. Yo sé que Shimamura, generalmente siempre utiliza la fuerza bruta. Casi nunca usa su espada como protección, bueno, sólo cuando se trata de proteger a una dama, claro está. Es muy diferente a lo que conocemos hoy de un samurai.
Bueno, en vez de estar contando todas estas cosas acerca de Shimamura, debería estar contando lo que me pasó después, ¿no creen señores?
En fin, después de todo, fui yo la que decidí empezar a contar este tonto relato.
Shimamura me llevaba agarrada de la mano. Yo no le agarraba, ya que además de tenerme prendida de la muñeca, me agarraba muy fuerte.
-Oye, Shimamura, quiero descansar un poco. ¡No ves acaso que estoy cansada!—farfullé.
-Yoko, sólo falta un poco más—resopló--… ah… ah… aguántate que ya vamos a llegar. ¡Y no me grites que yo no soy sordo, me oyes!
No qué va. Era más sordo de lo que era mi abuelo (jeje). Shimamura se veía agotado, lo sabía en ese momento. Lo que pasó fue que en ese instante no admitió su cansancio. Estaba sudando ya cuando de repente vimos que se acercaron otros dos ninjas agresores.
-¡No escaparás, ladrón! ¡La chica es nuestra!
-¡Eso es lo que ustedes creen! ¡Yoko es mía!
¿QUÉ? ¿Acaso escuché lo que dijo? ¿Que yo era suya? Por favor. Si lo dijo para mi defensa, pues está bien. Pero si lo dijo en otro sentido, ¡LO MATO!
Bueno, en parte, señores, le agradezco el haber dicho eso. Pero por otra parte le mal pensé lo último que dijo. Me quedé traumatizada pero sin embargo seguí corriendo en pos de Shimamura.
Los ninjas corrían detrás de nosotros, pero Shimamura dio un gran salto que nos dejó a todos boquiabiertos. Me incluyo a mí ya que a mi también me dejó paralizada, ¡pero del miedo!
A lo que me refiero, es que él, junto conmigo claro, saltamos de un alto balcón (ya que nos encontrábamos peleando en un alto piso) y fuimos a dar al suelo.
Yo caí encima de Shimamura. Él había quedado inconsciente. ¿Tanto pesaré yo como para dejarlo así? No lo sé. Me dio igual.
Vi después que los ninjas se iban, creyendo que Shimamura había muerto junto conmigo después de haber caído de aquel balcón, supuse yo.
Lo importante era que no era cierto. Shimamura se fue levantando poco a poco, sobándose la cabeza, y apartándome de su cuerpo.
-Oh, Dios… ah… ¡pero que caída! Yoko… ¿tú estás bien? ¿No te pasó nada?
-Yo estoy bien, Shimamura… pero no sé si tú también lo estés, puesto que yo te caí encima.
-Tú tranquila, Yoko. Menos mal que caíste en mí y no en otra cosa. Ven, hay que seguir caminando.
-Está bien, como tú digas.
Shimamura se levantó y a mí me ayudó a parar. Estaba exhausta. También me dolía el trasero, ay, mis pobres pompas… en ese tiempo sí que sufrieron. Pobres de ellas.
Bueno, bueno, eso no importa ahora. Acabo de cometer el mismo error que hice antes. No voy prácticamente al grano. Qué tonta soy. Yo, señores, siempre cuento detalles y detallitos antes de ir al verdadero grano del asunto… lo cual debe de incomodar a cuántos estén aquí presentes. Pido mil disculpas de todo corazón.
Otra vez no fui al grano. ¡Pero qué cosa! Como sea. Era ya muy noche. Shimamura y yo caminábamos hacia el doyo nuestro. El tenía muy mal genio, como era ya costumbre. No le quería decir nada pero eso fue lo que quise en ese entonces.
-Oye… Shimamura… yo sólo quería agradecerte el que me hayas salvado de esos bandidos. En serio gracias… supongo—le susurré.
No respondió. Igual, seguimos caminando. Me hacia sentir bien el estar al lado de él, puesto que yo sentía una fuerte atracción por Shimamura… ¡PERDÓN! Ya revelé un secreto de máxima seguridad… otra vez me despisté. De pronto es por que yo… olvídenlo, señores.
Ya no importa.
En cuánto a lo de nosotros dos, en todo el trayecto hacia el doyo, no se musitó palabra alguna. Y como yo ya dije, a mí si que me perturba el silencio… Igual, me quedé callada, pues, para no meter la pata nuevamente. ¿No creen ustedes?
Ya en mi pieza, me inquietaba el saber por qué Shimamura estaba tan amargado… pues, no se dirigió a mí para nada.
Después, mi puerta se rodó y entró una joven. Yo primero había pensado que se trataba de Keiko, pero al ver el rostro de la chica, me di cuenta de que era otra persona, no ella.
-Oh, disculpe. ¿Es usted la señorita Yoko?
-Ah, sí, soy yo. ¿Pasa algo?
-No. El motivo por el que la busco es para ver si el joven que la acompaña es el mismo que yo estoy buscando.
-¿Qué? ¿Shimamura? ¿Qué es lo que quieres de él?
Se quedó callada. Me miraba fijamente a los ojos, y yo no sabía que decir. Enseguida, hablé, porque en verdad me molesta quedarme callada con una persona al frente.
-Oye… ¿pasa algo? ¿Por qué te quedas callada?
-Eh… usted dijo… el nombre… Shimamura…
En ese preciso momento noté que la niña estaba completamente quemada y lastimada en las piernas. Me preocupé al ver eso. Decidí ayudarle.
-Oye… estás quemada… muy quemada. Déjame ayudarte, ¿quieres?
La niña soltó las lágrimas. No sabía por qué lloraba. Le pregunté pero no me respondió, quién sabe porqué. La tomé de los hombros, la sacudí un poco y le levanté el mentón.
-El joven… Shimamura… ah… me ayudó cuando más me encontraba en problemas.
-Sí…
Mientras le vendaba las manos con las pocas vendas que me quedaban en mi kimono blanco, bueno, después de haberle vendado las enormes manos a Shimamura, la chica me iba contando su largo relato, que si mal no recuerdo, decía algo así.
-Él fue muy bueno conmigo y ahora… lo estoy buscando… porque no sé si murió en el incendio del doyo Kohawa o logró sobrevivir. Mis esperanzas se elevaron cuando me dijeron que un hombre con la misma descripción había llegado a este lugar. Así que por eso estoy aquí.
-¿Tú estuviste en el incendio?
-No, pero estuve llorando y buscando el cadáver del joven Shimamura, pues, pensando que tal vez estaría muerto. Pero ya veo que no y es todo gracias a usted, señorita.
-¿Qué? Pero si todavía no sabes si es el mismo Shimamura… ¿o sí?
-Bueno, yo…
Hubo silencio por un rato. Ella tenía aún ganas de llorar. Sin embargo, yo le reavivé los ánimos diciéndole que la llevaría a ver a Shimamura.
En fin, ella y yo salimos de mi pieza; era ya tarde cuando entramos a la pieza de él. Pero igual, seguimos y lo encontramos dormido.
-Sí, sí es mi no… ehmm… ¡Es el joven Shimamura!
-¡Silencio! ¿O querrás despertarlo acaso?
Con mi mirada fija en su inocente rostro, a pesar de mis valerosos intentos de no despertarlo, Shimamura se levantó.
-¿Eh? ¿Eres tú, Yoko? ¿Quién anda ahí?—oí que dijo.
-Oh, Shimamura. Perdónanos por despertarte. Lo que pasa es que esta niña te anda buscando… Oh, por cierto ni siquiera sé como se llama…—susurré.
Shimamura hizo malacara. Supuse que pensaría que yo soy una tonta de no haberle preguntado a la chica su nombre… cielos.
En fin, Shimamura no dijo nada.
-Oh, es cierto, no me he presentado… mi nombre es Aoki Shirokkata, hija del shogun Shirokkata—dijo ella.
Noté en su acento mucha firmeza y seguridad. Me di cuenta que era hija del señor Shirokkata. Me acordé de él y me brotaron lágrimas de tristeza.
Qué recuerdos tenía yo en aquel entonces de las noches de sábado que pasábamos junto al señor Kadokawa… igual, mamá y mi hermana, Akemi, me ayudaban en el quehacer del doyo. Ay, comencé a llorar y esto elevó la preocupación de Shimamura.
-Oye Yoko, ¿por qué estás llorando?
-No es por nada, Shimamura. Agradezco tu preocupación, pero no es nada. Tú tranquilo.
-Nadie llora por nada. Todos tienen su motivo para llorar, Yoko. Tú no eres la excepción, ¿oíste?
No le respondí. No quería que me gritara o se enojara por culpa de mis bobadas. En cuánto a Aoki, pues ella se inquietó; no aguantó más y se abalanzó sobre él.
-Ay, joven Shimamura… no sabe cuánto me preocupé por usted… me alegro de que no le haya pasado nada. No sabe el alivio que me da verlo sano, fuerte, robusto, en forma… a la línea… excitante…
-Oye… ¿quién eres tú para decirme esas cosas, eh?—farfulló él.
Apenas si dejó terminar a la pobre de Aoki. Por lo que vi, Shimamura no recordaba el rostro de ella por ningún lado… yo de ella le zampo una cachetada; pero me aguanté, como saben bien.
-Joven Shimamura… ¿es que acaso no sabe quién soy yo? ¿No me recuerda?
-¿Recordarte? Yo no te he visto en ningún lado… creo. ¡Quítate de encima, niña!
La empujó bruscamente y eso hizo que mis ganas de enseñarle una lección al estilo Yoko se me salieran de casillas. Me abalancé sobre él, y éste estaba sonrojado. Qué estúpido se veía, si mal no recuerdo. Le di una cachetada de las que se escuchan a kilómetros de distancia. Le dejé el cachete rojo, por lo cual el quedó boquiabierto. Supuse yo que su Ukyou nunca le había dado su buena paliza… se lo merecía.
En fin, Shimamura, como siempre, se enojó aún más.
-¡OYE YOKO! ¡NO TENÍAS NINGÚN DERECHO DE PEGARME ASÍ! ¡POR QUE LO HICISTE! ¡TONTA!
-¡PUES LO HICE PORQUE HICISTE SENTIR MAL A AOKI EN FRENTE DE MÍ, PEDAZO DE CRETINO MISERABLE!
-¡NO ME HABLES DE ESA FORMA, YOKO, SABES MUY BIEN QUE NO ME GUSTA ESO!
-¡PUES QUE TE QUEDE BIEN CLARO QUE…!
-¡BASTA!
Aoki interrumpió nuestros vozarrones. Parecíamos perros y gatos. Que más da. Shimamura y yo nos quedamos viendo a la cara a Aoki… ésta estaba irritada por oírnos gritar tanto. Quién no lo estaría en esa tónica, Dios. La compadezco, sinceramente.
-Me tienen cansada con tanto grito. Usted, joven Shimamura, no le perdonaré lo que me hizo hoy… ¡estoy muy decepcionada de usted!
Con esas mismas se largó. Aoki si que estaba enojada. Si que sabe tratar a Shimamura… cuando se trata de bestias indomables, ahí estábamos Aoki y yo, el dúo dinámico. Quién lo diría.
-¿Pero que bicho le picó a esa niña, por amor al sake?—me preguntó él.
-Yo estoy de parte de ella, Shimamura. No debiste ser grosero—le dije.
-Ja, mira quién habla. La santa que nunca grita o dice grosería alguna, que haremos contigo entonces…
-Shimamura…
Cogí muchísima rabia como nunca la había cogido con nadie. Pero esta vez la decidí ocultar, ya que cuando volteé a ver, ya se había dormido. Él siempre me hace sentir muchas cosas de las que usualmente nunca siento. La gran incógnita que tenía era esa: ¿Por qué me hace sentir esas cosas? Eso nunca lo sabré. Ese misterio lo agregaré a los miles que tengo en mi libreta. Tal vez sea porque con él es que siempre me siento a gusto… claro, después de Kuno, que era mi mejor amigo. Quién sabe que me depare el destino. Igual estaré esperando lo que me traiga. Estoy lista para lo que sea. Destino, cuando quieras venir, ven. Que aquí estoy YO.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario