Al día siguiente, me topé con él unos tres momentos seguidos, pero no le dirigí la palabra, por temor a que tratara otra vez de besarme, cosa que me encantó pero que quiero guardar en secreto.
Shimamura en cambio me saludaba pero en vano, ya que no le hablaba. Mi ser me decía “oye estúpida, más te vale que lo beses, te le tires al cuello y no lo dejes así. Mira que se muere por ti”. Pero por otra parte, o sea, otra parte de mí decía “no te le acerques, Yoko querida. Deja que te ruegue a ver si es mucho hombre para ti. Sé que lo amas pero deja que nazca ese amor en él”. Era como el diablito y el angelito que se pelean cuando se está pensando hacer algo que, tiene partes buenas y a la vez, malas.
Así me sentía yo de presionada. Juraría que en ese instante estuve a punto de estallar. No se si debía obedecer a mi parte rencorosa o a mi parte bondadosa llena de perdón. Estaba en una absoluta confusión, señores. No sabía que hacer en pocas palabras.
Quiero a Shimamura y lo admito. Pero no estoy perdidamente enamorada de él como muchas otras mujeres hubieran dicho de su hombre.
Bien, en ese caso, les dejé bien en claro la desgarradora situación que sentí en ese momento.
En eso, me di cuenta que se me acercaba Keiko, con un bonito kimono de adornos dotados de lentejuelas. Me gustó aquel traje, señores. Y a ustedes también le quedarían perfecto, señoras.
Keiko se dirigió a mí con cortesía como ya era costumbre de parte de ella. Yo hice lo mismo. La saludé.
-Buenos días, Yoko. ¿Cómo amaneciste?
-Oh, buenos días, Keiko. Yo amanecí bien. Gracias.
-Me alegro. ¿Te has visto de casualidad con el joven Akira?
-Ah, él. No, la verdad no lo he visto ya que me acabo de levantar. Pero de todos modos mira para ver si no está en el comedor o en su pieza, Keiko.
-Gracias Yoko.
¿Por qué Keiko preguntaría por el joven Akira? Ni idea. En ese momento vi que se alejó y yo me quedé con súbita tristeza, recordando lo de anoche. Me volvieron las lágrimas a los ojos pero me las enjugué a tiempo, para que no recorrieran mis mejillas ardientes.
Y entonces señores vi que se acercaba a mi lado Shimamura Futanaba. Claro, como dijo mi alma bondadosa, espera a que ruegue y entonces te le tiras. Como cualquier rogada, ¿no? Típica yo. Se preguntarán ustedes cuando me enteré del supuesto apellido de Shimamura. Pues verán, una vez que estábamos de pelea, el se le salió decir:
-Ni tú ni nadie obligará a Shimamura Futanaba a hacer lo que no quiere.
Esa fue una de las mil y una peleas que tuve con el hombre al cual quería. Ah, también se preguntarán que rayos fue lo que hice en ese momento, cuando aquel se me acercaba. En fin, para quitarles la intriga, si, señores. Hice exactamente lo que mi angelito me dictó. Me hice la de rogar y gocé viendo a mi chico arrodillándose a mis pies. Qué dicha la que sentía.
-Yoko… ¿por qué rayos no me hablas?
No le respondí. Ya estaba exasperado.
-¡Yoko! ¿No ves que te estoy hablando? ¡Yoko no me estás prestando atención!
Silencio. ¡Ay!
-¿No ves que no me gustan las personas que me dejan hablando solo? ¡Yoko, por favor! ¡Háblame! ¡Dime algo, niña!
Ahí fue cuando empecé a hablar.
-Ah, hola Shimamura. ¿Cómo amaneciste?—dije como si no lo hubiera visto antes.
-¿Eh?
Shimamura notó entonces que lo último que dije lo dije sin ganas. Obvio. Sería ilógico que no lo notara, ya que lo hice para que me rogara. “Tonto, tú, desgraciado que me hizo llorar la noche anterior” pensé.
-Yoko… no quiero perderte, es más, estoy tratando de olvidar a Ukyou para dejar que entre en mi vida otra chica. No quiero que estés enojada conmigo, ¿entiendes? ¿No estás triste, Yoko?
-Shimamura, mira, no quiero hablar de eso. Más bien por qué…
Ni bien pude terminar cuando sentí ruidos escurridizos que provenían de atrás mío. Me percaté que la señorita Ukai nos estaba espiando. No dije nada pero me pareció extraño.
Cuando volteé a ver, ya él estaba arrodillado. Su cabeza llegaba a mis caderas (¿tan alto era?). Me hizo sonrojar pero, desafortunadamente, volvió a resoplar en mi interior la vocecita que decía: “no te dejes intimidar de ese tipejo. Hazte la rogada, por el amor de Dios”.
Le acaricié el cabello y el me sonrió. Después de dos segundos (o menos) me habló.
-Yoko, te estoy pidiendo de rodillas una oportunidad. Se que he sido un patán, un idiota, un estúpido, lo que quieras decirme pero por favor, nunca dejes de hablarme. Me intimida que nadie me hable, me entienda o me preste atención. Ten piedad, Yoko. Te lo ruego.
Me quedé estupefacta. En pocas palabras, me estaba pidiendo perdón. Yo, por mi parte, pensaba en Kuno. Nunca le pedí perdón por nuestra última pelea. Me llegaron de nuevo las lágrimas. Me llevé las manos a los ojos y me enjugué, antes de que él se diera cuenta.
-Shimamura, yo… también te quiero, y mucho.
-Yoko…
Se puso de pie y no lo pensó ni dos veces. Me abrazó tan fuerte que casi mi corazón explota. Sentí cosas extraordinarias por él y quería que me llevara a otro mundo y me amara a pesar de todo. No me importaba nada. Me valía comino todo.
Mi manada de sentimientos fueron desapareciendo cuando me fue soltando; sus labios ardientes rozaron los míos, que estaban resecos. Mi mejilla ardiente tenía amargas lágrimas que dejaron mojado su cachete. Me enjugué por segunda vez e hice que me dejara de abrazar. El me apoyaba en su hombro y lloré como una chiquilla.
Pasaron largos y aburridos minutos. Me tragaba el llanto poco a poco. Su brazo me abalanzaba cada vez más a su barbilla. Eso me gustó, ya que nunca lo había hecho con otro chico. Me di cuenta que el ruido se hizo fuerte (Ukai) y los dos lo sentimos.
-¿Qué fue eso?
-Quien sabe… a lo mejor un ratón. Nunca se sabe acerca de las plagas de un lugar.
Aún me tenía prendida de la cintura. Soñé por un segundo que en vez de Shimamura era Kuno el que me abrazaba. Dibujé una sonrisa (que no era fingida) y me acurruqué más y más en la armadura de mi amado.
La fotografía de Kuno en mi mente se fue yendo, como cuando las hojas se van con el viento.
Mi mente estuvo en blanco por unos segundos. Me apretaba contra sí como una muñeca de trapo, cosa que me gustaba mucho; Sentía satisfacción por la tristeza que le pudo provocar a Ukai vernos juntos (si es que estaba interesada en Shimamura). Me gustó aquel abrazo. Tan cálido como a mí me gusta.
Creo que lo quiero mucho.
En fin, después de todo, me quedé casi dormida en el pecho suyo. Seguía meditando lo que pudo haber pasado conmigo si nunca lo hubiera conocido. Hubiera muerto seguramente.


No hay comentarios.:
Publicar un comentario