Soñé que estaba en una gran casa, amplia, con muchas zonas verdes. Yo cargaba un gato. Un gato pequeño y rubio. El gato estaba herido en una patita. Tenía un hueco ahí por el que salía el chorro de algo marrón que olía mal. Yo corría por todas partes buscando ayuda para el gatito, pero nadie me prestaba atención.
Luego de caminar mucho, sentí un calor en el costado. Al mirarme, descubrí que una de las patas traseras del gato estaba herida, y de ella salía un líquido negro y helado. De la negrura aquella de pronto emergió lo que parecía un gusano gigantesco, con un ojo enrojecido y de pupila diminuta justo en el medio de su cuerpo. Clavó en mí su mirada intensa hasta que desperté, en pleno mediodía.
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