domingo, 23 de diciembre de 2018

17 de diciembre de 2018

Fue un sueño de gatos y pura mierda. Literal.
Soñé que cargaba un gato grande y gordo, de pelaje atigrado y ojos verdes. Andaba con él de arriba para abajo. En el sueño estábamos en una especie de apartamento blanco y laberíntico, que estaba en construcción, con muchos trabajadores de aquí para allá. Corría y corría hasta que llegué a lo que parecía el cuarto de mi mamá y me acosté en la cama, al lado de ella, y con el gato encima. Como era de esperarse, el gato no quiso obedecer y al incorporarse lo hizo violentamente batiendo las patas y de paso hiriendo a mi mamá en la boca. Le arañó el labio superior. Esa es la única escena así tal cual que recuerdo. El resto fueron imágenes salteadas de excremento saliendo como helado, de todos los tamaños y de todos los colores. 
Qué porquería. Y no por nada me levanté con náuseas.

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