miércoles, 19 de junio de 2019

4 de mayo de 2019

Mis hermanos y yo teníamos que ir a una fiesta o algo así. Una amiga de mi hermana había llegado de otra ciudad para eso mismo, pero no teníamos lugar en el apartamento de nosotros para que ella pudiera quedarse, por lo que la llevamos a que buscara alojamiento en otra parte.

Llegamos a un edificio, de esos que arriendan apartamentos por días porque, por la hora, no encontramos hoteles. Nos dieron uno y la ayudamos a acomodar sus cosas. Era amplio y de un color amarillo, con una decoración, paredes y piso como oriental, estilo japonés. Las habitaciones no tenían puertas y estaban separadas por cortinas. Ya nos íbamos a ir cuando sentimos ruidos arriba. Pasos. Y después una serie de quejidos. La amiga de mi hermana nos suplicó que nos quedáramos a acompañarla esa noche porque tenía mucho miedo. Después de varios ruidos, subimos las escaleras de hierro en forma de espiral y vimos un perrito bajando a toda velocidad. La amiga de mi hermana se tranquilizó con la presencia del animalito, pero aún así nos hizo quedar y nos quedamos. 

Más tarde los ruidos y quejidos se hicieron más fuertes. En eso, a través de la tela de la cortina vimos que de las escaleras bajaba alguien. Una persona bajaba a paso lento y la escalera crujía con cada paso. Nosotros nos pusimos fríos porque el apartamento no tenía segundo piso interno. Entonces la persona llegó hasta el cuarto y comenzó a gemir, a balbucear algo. Nosotros estábamos demasiado aterrados para hacer algo, hasta que yo me levanté y abrí las cortinas. Era una mujer de mediana edad, blanca, menuda, de pelo corto de color castaño. Trato de decirme algo más, pero los dedos que le clavé en los ojos la interrumpieron. Mis hermanos y la amiga gritaron con el maullido de dolor de la mujer y yo caí en cuenta de algo. Les dije a ellos que salieran. Ayudamos a levantar a la señora que comenzó a explicarnos todo. Ella era real. O sea, no era un fantasma, ni siquiera estaba muerta. Nos dijo que ese apartamento solía ser un dúplex, pero la parte en la que ella vivía la sellaron y empapelaron, con ella y su mujer adentro. Cuestiones de homofobia mezcladas con deudas acumuladas. Desde entonces viven encerradas, las dos gravemente enfermas por la falta de luz y oxígeno. Tuvimos compasión de la señora y dejamos que bajaran a quedarse con la amiga. Después le comentamos del perrito y se extrañó porque en ese dúplex nunca ha habido perro. Pero nos comento de una perra que parió puro perrito muerto.

A la mañana siguiente íbamos en el carro ya para la fiesta, y vimos por la ventana al perrito persiguiéndonos. La amiga lo miro con preocupación, tragando saliva. No podía sacarse de la cabeza que había dormido con un perrito fantasma.

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