viernes, 30 de agosto de 2019

27 de agosto de 2019

Estaba en un cuarto de una casa blanca, llena de peluches y cojines tirados en el piso. Veíamos una película. Sé que veíamos una porque había un enorme televisor delante de nosotros, pero no sé cuál era. Estábamos como cinco personas acomodadas en el piso. Yo estaba sobre un hombre muy grande y musculoso. Encima de él, como si fuera un gran peluche. Era blanco, rubio. Su brazo era velludo y venoso. No le vi la cara. Estaba cálido. Me hizo sentir segura. De pronto ya no estaba sobre él porque se había ido y me había dejado. Ahora estaba delante de unos niños, creo. Reían, reían mucho. Entonces alguien trajo una especie de animal grotesco y peludo con una lengua gigante y babosa . Parecía un jabalí pequeño, del tamaño de un gato, y me lo entregó. Estaba inquietísimo. En una de esas se me zafó del abrazo y cayó en el regazo de una de las niñas. Ella tenía el vestido blanco e inmaculado, el animal la asustó mucho porque empezó a ladrar y a gritar. De pronto saco la lengua y le lamió la parte más baja del vestido, el dobladillo que casi le llega a la entrepierna. Esto sí lo recuerdo bien. La textura de encaje y se manchó de marrón mierda en el momento que el animal pasó la lengua.

Y también me estaban persiguiendo. Sí. Una mujer bastante parecida a mi apariencia en el sueño, flaca, casi anoréxica, con un diminuto traje de baño negro, tipo bikini, la piel amarillenta y brillante, tostada por el sol, el cabello largo y ondulado, arreglado en ondas de salón. Estaba haciendo fila para comer helado en una cafetería atendida por asiáticos de ojos achinados. Llego mi turno y cogí un poco de helado azul rey, probablemente sabor chicle o algo así, y un poco de un helado rojo, no sé... ¿frutos rojos? Recuerdo que al llegar a una mesa estaban varios miembros de mi familia real e hice un chiste aludiendo a los partidos conservador y liberal. Ya en mi helado casi no quedaba color rojo y el azul era el que predominaba. Todos rieron. 

Después comencé a correr a toda prisa, a través de la casa, llegando hasta un largo patio playero. Había un desnivel en donde el piso de arena estaba bastante más abajo del nivel de la casa. Estaba dividido en secciones cercadas cada una con gruesas rejas de metal. Entonces me encaramé en una de las secciones, en una reja e hice equilibrismo hasta que di con la playa. La mujer me perseguía a donde quiera que fuera. Parecía querer apoderarse de mi, casi comerme por lo desesperada que estaba. Llegue a una playa y el agua estaba llena de piedras y musgo, como si en vez de playa estuviésemos en río. Desperté abruptamente a la realidad, sin saber a ciencia cierta si llegué a escapar de aquella mujer.

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