Me asustan los alcances que puede tener mi mente a veces. Porque fueron imágenes horribles. Un tema en específico: violaciones. Muchas, de hecho. En masa. Caminaba por un sendero y llegué a una mansión gigantesca. Mis pies descalzos penetraron la baldosa fría de aquel sitio y comencé a explorar. Caminé lentamente y recorrí un largo pasillo de paredes amarillentas. A lado y lado estaba Sodoma y Gomorra. Sentí que en cualquier momento iba a vomitar, pero podía sentir mi expresión impasible, como si tuviera los músculos faciales engarrotados. Aún así, sentí el terror de las víctimas. Sentí las penetraciones y sodomizaciones como mías. La piel me quemaba. Sentí ese terror que te corroe la baja espalda y se encarama hasta clavarse en tu cerebro. Y la sensación no hizo más que agravarse y se quedó conmigo hasta después de haber despertado.
Nota mental: no dormirme mientras escucho podcasts de terror.
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