domingo, 26 de abril de 2020

22 de abril de 2020

Acabo de despertarme de una siesta de una hora. Se supone que descansaría, pero ahora me siento mucho más cansada que antes. El cuerpo me pesa y su piel la siento pegajosa, sudorosa. Me da náuseas del repentino vértigo que me invade. Y, aunque ya no me siento con sueño… o al menos no con el sueño propiamente hablando (porque cansada sí estoy), los párpados amenazan con cerrárseme, como si las legañas fueran cemento. Pienso que tal vez a mi cuerpo, el despertar le esté tomando más tiempo de lo normal…

Me asustan los alcances que puede tener mi mente a veces. Porque fueron imágenes horribles. Un tema en específico: violaciones. Muchas, de hecho. En masa. Caminaba por un sendero y llegué a una mansión gigantesca. Mis pies descalzos penetraron la baldosa fría de aquel sitio y comencé a explorar. Caminé lentamente y recorrí un largo pasillo de paredes amarillentas. A lado y lado estaba Sodoma y Gomorra. Sentí que en cualquier momento iba a vomitar, pero podía sentir mi expresión impasible, como si tuviera los músculos faciales engarrotados. Aún así, sentí el terror de las víctimas. Sentí las penetraciones y sodomizaciones como mías. La piel me quemaba. Sentí ese terror que te corroe la baja espalda y se encarama hasta clavarse en tu cerebro. Y la sensación no hizo más que agravarse y se quedó conmigo hasta después de haber despertado.

Nota mental: no dormirme mientras escucho podcasts de terror.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario