Anoche tuve un sueño loco. Muy loco a decir verdad. Era sorprendente, poco común, extraño e hilarante hasta decir no más. Una sonrisa se me dibujó en el rostro cuando desperté hoy. Estaba tan feliz que no me molestó el ruido del martilleo de la casa de al lado.
Soñé que Al Pacino conducía un metrocar.
Sí, era él; de eso estoy totalmente segura. No tengo la más leve idea de por qué Al Pacino o por qué un metrocar. Sólo sé que iba maldiciendo en italiano mientras atravesaba los terribles trancones de las calles de Cartagena. Debo decir que parecía todo un experto; iba al par de las busetas de Cootransurb, y lo más raro de todo el sueño es que nadie se sorprendía de ver a Al Pacino en la Avenida del Bosque. Yo iba en el asiento del copiloto. Las gotas de sudor se derramaban por las sienes como lágrimas. El bus iba lleno, como cosa rara, hasta el cuello, y recuerdo que al lado tenía a una señora horriblemente gorda. Me quería sacar del asiento. Las barandas amarillas de la puerta de entrada me maltrataban el hombro.
A pesar de la insensata velocidad con la que ese pobre metrocar se paseaba, los demás pasajeros no mostraban molestia alguna. Ni siquiera parecían tener miedo. Iban bastante calmados.
El sueño acabó conmigo bajándome del metrocar. Había pedido la parada en el Parque Apolo, pues tenía clases (a pesar de ser un domingo). Tendría clase de gestión, supongo. Como el bus estaba llenísimo Al me dejó bajarme por la puerta delantera, y con sorprendente maestría pude volarme las barandas y salir de aquella lata de sardinas humana. Cuando me bajé escuché al italiano decirme: Tú eres grande, no lo olvides. Yo alcé las cejas. El supuesto sparring soltó un "¡dale!" mientras el metrocar proseguía su camino.
Después reparé en que había perdido el bus de 2 y media, y que había ido hasta allá sin zapatos. Pero no me importó. Con las mismas cogí un bus para Bocagrande y me comí una cuarto de libra con queso.
Ok...
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