Fue tarde cuando descubrimos lo que quiera que fuese eso. Las vísceras de esa cosa estaban regadas por toda la baldosa. Un olor fétido se restregaba contra mis narices y las de Daniel. Ni él ni yo teníamos idea de lo que acabábamos de hacer.
Daniel apretó los labios y, como pudo levantó la cosa. Algo que parecía una baba gris y nauseabunda salía despedida de sus fauces, y sus ojos permanecían cerrados. No lo sabíamos con certeza, pero sin duda era un animal. Daniel apoyó la cabeza de la cosa en una roca enorme y con un trapo se secó el labio inferior. En la boca de mi hermano pude ver cómo se dibujaban muecas de posibles e inevitables arcadas. Le ayudé a acomodar a la cosa en el suelo, y cuando nos incorporamos nos miramos confundidos.
No podíamos decirle a mi mamá, y mucho menos a mi papá. Arturo se reiría en nuestras caras, y Melany nos ignoraría y seguiría hablando con Máicol por teléfono. La cosa movía sus patas babosas con lentitud, como queriendo llamar la atención.
-No podemos quedárnoslo.
-Sólo hay algo que podemos hacer-musitó Daniel sacando una navaja.
Los ojos del animal se encharcaron súbitamente, y con los labios más apretados Daniel se abalanzó sobre la bestia. Yo hice lo posible por no vomitar.
De pronto desperté. Abrí los ojos y con la mano me toqué la entrepierna. La tenía mojada.
-Si no fue que soñaste con Shirley, fue que te measte-dijo Daniel leyendo mi mente.
Y volvió a dormirse.
jajajaa!!!
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