domingo, 3 de abril de 2011

No es lo que parece. Parte II

Le disparé sólo para verlo morir, para verlo agonizar, para verlo sufrir. Le había escrito en vida un sinfín de cartas, todas ellas envueltas en una nube de profundo amor y romanticismo empalagoso. Pero esa tarde, a la luz del crepúsculo, le había disparado cuatro veces antes de que sus vísceras se desparramasen en el piso.
Estaba enamorada de él, no lo niego; pero ese amor se había esfumado hacía mucho tiempo. La excitación se colaba en mi rostro cuando recordaba que lo había matado el mismo día en que sus lobos optaron por visitar otros ranchos. Había acabado con él justo el día en que sus lirios comenzaron a crecer en otros jardines. A partir de ahí todo se había mostrado tan claro ante mis ojos. Sabía perfectamente de mi deber y de la premura que implicaba.
Ah, sí, casi lo olvido. Mañana le tocará a ella. A la bastarda de Mariana.

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